Photo by Carlos E. Ramirez on Unsplash
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Clamor de las masas, una sustancia energizante que debe administrarse con mucho cuidado
Es intimidante, poderosa, vigorizante y embrutecedora, cuando los gritos se prolongan demasiado es capaz de inyectar la cantidad de fuerza necesaria hasta someter a cualquiera ante el fervoroso bullicio que va nutriendo el alma de todo cuanto hace falta.
Fue una sorpresa para mi cuando lo descubrí esa primera noche que me planté ahí, en la Arena México como si fuera un luchador profesional, los espectadores al verme por vez primera, curiosos, lanzaban preguntas, ofensas o ánimos según iba avanzando. Había visto tres peleas anteriores para memorizar las peculiares reglas de la lucha libre mexicana y me sentía seguro, mi memoria era buena, mi fuerza era adecuada y estaba ávido de vivir la experiencia, además era imposible que se descubriera que no era humano. La tonalidad purpura de mi piel escamada daba la perfecta apariencia de ser solo una malla bajo el leotardo negro decorado con tres estrellas en la espalda, fomando un triangulo debajo del cual estaba mi nombre en letras plateadas -Sorian- En medio del triángulo de estrellas, un pentágono simbolizaba mi nave, con tres líneas rectas detrás que simbolizaban la gran velocidad a la que podía ir.
Tanto el leotardo negro con plateado como la mascara habían sido confeccionados por el mismo periodista que me había convencido de estar ahí esa noche. Nabor, me lo había dado como un regalo de buena suerte, y también como un disfraz, se había esmerado en que fuera comodo y pudiera ocultar los veinte tentaculos que brotaban en fila desde la parte superior de la cabeza, hasta media espalda y aunque el hecho de que estuvieran ocultos representaba una oxigenación deficiente para mi, podia soportar un rato, además en caso de que fuera necesario, sacaría uno discretamente pues estos se camuflaban o cambiaban de color con solo pensarlo y aunque estos eran tan largos que doblaban mi tamaño, su delgadez hacía que se ocultabaran bien bajo el disfraz.
En un día como hoy recuerdo mi primer encuentro, las primeras acrobacias y los nervios, la primera vez que estuve contra la cuerdas dominando mi ego para no sacar uno de mis tentáculos y asfixiarlo ya de una buena vez, sino tolerar y esperar mi turno, el hombre con el que me enfrente gozaba de un cariño envidiable, los humanos le ovacionaban hasta quedar afónicos y mientras, él ejecutaba maniobras, una tras otra, hasta que me canse, estaba molesto, la tribuna alentaba al hombre a que continuara con sus actos de humillación que habían llevado mi paciencia al límite y cuando estaba decidido a que probara un poco de mi verdadera fuerza el réferi dio la pelea por terminada.
Hable con Nabor sobre mi derrota y la molestía que esto me generaba pero me persuadió a que continuara hasta que me supiera ganar el cariño del público y así lo hice, me esmere hasta que una noche luego de algunos meses tuve al fin el preciado lugar en el corazón de los espectadores. A partir de ese momento me hice adicto a la sensación electrizante de complacer los corazones que gobernaban las voces que tanto me alimentaban. Podría decir que me volví casi humano, me involucré en su mundo, aprendí sus formas, viví la vida del famoso luchador algunos años y luego ella me contactó.
Yo había vagado por el espaciotiempo antes de encontrar la tierra debido al mal de amores, un dolor que compartí con Nabor quien me animó a distraerme, mostrando así la lucha libre, así que al escuchar su voz, de nuevo en mi cabeza, me di cuenta que mis sentimientos no habían cambiado y aunque parecía que la había amado en otra vida por el tiempo que había pasado, no me pude negar a correr hacia ella.
Mi amor, un ente capaz de controlar enjambres de insectos y hacer con ellos cualquier cosa. Antes de nuestra ruptura dedicamos el tiempo a asesinar a sueldo usando nada más que armas, mi fuerza y sus insectos, así que luego de resolver el mal entendido me dediqué a ella nuevamente y al fin nos casamos pero las noches de lucha libre permanecían en mi recuerdo melancólico, cerraba los ojos y veía y experimentaba el clamor humano.
Antes de irme le había dejado a Nabor un dispositivo que lanzaba una señal por si algún día necesitaba algo. Habían pasado más de treinta años terrestres y comencé a pensar que quizá había muerto así que mi lamento día con día se acrecentaba, hasta que un día al fin se encendió, al notarlo mi corazón se aceleró con fuerza. Escuche atento su llamado gracias a la Telepatía de ella, quien lo contacto.
Me contó de un presidente que había tenido la idea de encerrar a los criminales más peligrosos de su país (y otros no tan peligrosos) en una cárcel gigantesca, esto aparentaba ser solo una solución extraordinaria para el crimen, pero luego, con la ayuda de uno de los hombres más acaudalados de la tierra, dueño de una red e comunicación masiva, habían estado insertandoles un chip en el cerebro, dejándolos sometidos a la voluntad de quien controlara la máquina. Estos hombres, capaces de un nivel de violencia ilimitado, ahora estaban carentes de voluntad y al servicio de quien tuviera el control. La conjura les había valido para extorsionar a los países vecinos, quienes indefensos cedían ante los ataques del ejército de Musk y Bukele, pero el éxito que estaban teniendo llamó la atención de los peces gordos, los magnates de siempre, que sintieron su poder amenazado ante el ruido que tal azaña estaba generando, por lo que tomaron estos actos como una invitación a jugar.
Tomando en cuenta que uno de los dueños del proyecto podía hacer difusión de cuanto quisiera, destapó la hipocresía de los interesados, para que los usuarios pudieran desenmascararlos, pero se llevó una sorpresa al notar el entusiasmo eufórico que esto generaba, las personas se sabían controladas por el sistema desde hacía tanto, que saber con certeza las caras de quienes ya eran sospechosos no llamó tanto la atención como el hecho de saber los nuevos tipos de robots y ejércitos que se estaban maquinando, al enterarse de que el resto de los magnates buscaban formas de competir contra tal ejército despilfarrando sus fortunas en ingeniería, la postura de espectador había sido cubierta exitosamente. Un nuevo torneo estaba por comenzar, ahora solo faltaba la arena.
Así pues se fue urdiendo un juego en el que se apostaban desde objetos de arqueología desaparecidos, corporaciones, compañías, secretos, instituciones bancarias, y hasta países petroleros que seguían bajo el mando de unos cuantos.
Se trataba de una pelea sin reglas, cruenta, de una destrucción que saciará la sed de sangre de los eufóricos espectadores x pero no había un lugar que pudiera contener tales armas y guerras, además había otro problema, algunos países querían participar como pueblo y no como persona y entre ellos buscaban entre sus mejores científicos y atletas la forma de poder ser un adversario a la altura. El torneo cada vez crecía más y parecía salirse de control; algo que sin duda sonaba atractivo para mi.
México quería participar y no tenía quien lo representará y se me llamaba para que me enfrentara contra el ejército de Bukele como acto de apertura. Una vez que escuche la propuesta completa, acepté no sin antes ofrecer mi nave como arena, pues esta era indestructible además, tenía un diámetro suficiente para albergar a los tres millones de espectadores que habían asegurado que pagarían su boleto.
Estaba decidido, haría la apertura del torneo representando a México al más puro estilo de la lucha libre. Mirando a los ojos a mi ahora esposa intente explicarle la razón de mi partida, jurando que volvería tan pronto como el torneo terminara, pero ella comprensiva y consciente de lo mucho que esto significaba para mí, se ofreció a acompañarme, además me ofreció una idea que aportaría gran sorpresa visual a los eufóricos espectadores.
La chica del ring debía ser colosal, tanto como la nueva arena que estaba por conocer, así que confeccionó una mujer de cuatro metros de altura, con una piel tersa rosa pálido, ojos rasgados color miel y labios amplios y redondos, de cabello rubio, grueso, largo, de pechos grandes decorados en el centro por dos pequeños triángulos hechos de una tela como de espejo, que reflejaba lo que tenía enfrente, su cintura dejaba ver los músculos abdominales y una falda blanca entablillada mostraba unos glúteos redondos que se movían a la par con ella como si de el cortejo real se tratara, su rostro tenía también una mueca pueril, como si estuviera a punto de sonreír misma que levantaría ánimos fervorosos.
Lana estaba lista, cuando saliera con los letreros sería amada por los espectadores x si es que no llegaban a descubrir que estaba conformada por billones de cucarachas controladas por mi esposa, adiestradas mentalmente para adoptar la forma y el comportamiento necesario y así pasar desapercibidas.
Todo estaba listo, la nave estaba cerca y yo, más emocionado que nunca.Esta historia continuará en el vuelo de julio no te lo pierdas…
English translation
The clamor of the masses is an energizing substance that must be administered with great care
It is intimidating, powerful, invigorating, and brutalizing. When the shouts go on too long, it can inject enough strength to subdue anyone amidst the fervent noise that nourishes the soul with all it lacks.
It was a surprise to me when I discovered this on that first night I stood there, in Arena Mexico, as if I were a professional wrestler. The spectators, seeing me for the first time, curiously threw questions, insults, or encouragement as I advanced. I had watched three previous fights to memorize the peculiar rules of Mexican wrestling and felt confident. My memory was good, my strength was adequate, and I was eager to live the experience. Additionally, it was impossible to discover that I wasn’t human. The purple hue of my scaly skin gave the perfect appearance of being just a mesh under the black leotard decorated with three stars on the back, forming a triangle beneath which was my name in silver letters: Sorian. In the middle of the triangle of stars, a pentagon symbolized my ship, with three straight lines behind it representing the great speed at which it could travel.
Both the black and silver leotard and the mask had been made by the same journalist who had convinced me to be there that night. Nabor had given them to me as a good luck gift and also as a disguise. He had taken great care to ensure it was comfortable and could hide the twenty tentacles that sprouted in a row from the top of my head down to my mid-back. Although the fact that they were hidden meant poor oxygenation for me, I could endure it for a while. Besides, if necessary, I could discreetly release one, as they could camouflage or change color just by thinking about it. Despite being so long that they doubled my size, their thinness allowed them to hide well under the disguise.
On a day like today, I remember my first match, the first acrobatics, and the nerves. The first time I was against the ropes, controlling my ego to not release one of my tentacles and suffocate him once and for all, but to tolerate and wait for my turn. The man I faced enjoyed enviable affection; the humans cheered him until they were hoarse while he performed maneuver after maneuver until I got tired. I was angry; the crowd encouraged the man to continue his acts of humiliation, which had pushed my patience to the limit. When I was determined to let him taste some of my true strength, the referee called off the fight.
I talked to Nabor about my defeat and the annoyance it caused me, but he persuaded me to continue until I earned the public’s affection, and so I did. I strove until one night, after a few months, I felt I finally had the coveted place in the hearts of the spectators. From that moment on, I became addicted to the electrifying sensation of pleasing the hearts that governed the voices that so nourished me. I could say I almost became human; I got involved in their world, learned their ways, lived the life of the famous wrestler for a few years… and then, she contacted me.
I had wandered through spacetime before finding Earth due to heartbreak, a pain I shared with Nabor, who encouraged me to distract myself, thus introducing me to wrestling. So when I heard her voice again in my head, I realized my feelings hadn’t changed, and although it seemed I had loved her in another life because of the time that had passed, I couldn’t deny running towards her.
My love — an entity capable of controlling swarms of insects and doing anything with them. Before our breakup, we dedicated our time to contract killings using nothing but weapons, my strength, and her insects. So, after resolving the misunderstanding, I dedicated myself to her again, and we finally got married. But the wrestling nights remained in my nostalgic memory; I would close my eyes and see and experience the human clamor.
Before leaving, I had left Nabor a device that would send me a signal if he ever needed anything. More than thirty Earth years had passed, and my lament grew day by day as I began to think he might have died, until one day the device finally activated. When I noticed it, my heart pounded strongly. I listened intently to his call, thanks to my wife’s telepathy, through which the contact was made.
He told me about a president who had the idea of locking up the most dangerous criminals in his country (and others not so dangerous) in a gigantic prison. This seemed like an extraordinary solution to crime; but then, with the help of one of the wealthiest men on Earth, owner of a massive communication network, they had been implanting a chip in the prisoners’ brains, subjecting them to the will of whoever controlled the machine. These men, capable of unlimited violence, were now devoid of will and at the service of whomever had control. The scheme allowed them to extort neighboring countries, which defenselessly yielded to the attacks of Musk and Bukele’s army. But the success they were having caught the attention of the big shots, the usual magnates, who felt their power threatened by the noise this feat was generating, so they took these actions as an invitation to play.
Considering that one of the project owners could broadcast whatever he wanted, he exposed the hypocrisy of the interested parties so users could unmask them. But he was surprised to see the euphoric enthusiasm this generated. People knew they had been controlled by the system for so long that knowing for sure the faces of those who were already suspects did not attract as much attention as learning about the new types of robots and armies being created. When they found out that the rest of the magnates were looking for ways to compete against such an army by squandering their fortunes on engineering, the spectator role had been successfully covered. A new tournament was about to begin; now only the arena was missing.
Thus, a game was devised where everything from missing archaeological objects, corporations, companies, secrets, banking institutions, and even oil countries still under the command of a few were wagered.
It was a ruleless, bloody fight — one of destruction that would quench the bloodthirst of the euphoric spectators, but no place could contain such weapons and wars. Additionally, there was another problem: some countries wanted to participate as a people, not as individuals, and among them, they sought their best scientists and athletes to find a way to be a worthy adversary. The tournament was growing more and more, and seemed to be getting out of control; something undoubtedly attractive to me.
Mexico wanted to participate and had no one to represent it, and I was called to face Bukele’s army as an opening act. Once I heard the full proposal, I accepted, not without first offering my ship as the arena, as it was indestructible and had a diameter sufficient to house the three million spectators who had secured their tickets.
It was decided that I would open the tournament representing Mexico in the purest style of lucha libre. Looking into my now-wife’s eyes, I tried to explain the reason for my departure, swearing I would return as soon as the tournament ended. She, understanding and aware of how much this meant to me, offered to accompany me and also suggested an idea that would provide a great visual surprise to the euphoric spectators.
The ring girl had to be colossal, as grand as the new arena she was about to oversee, so my wife crafted Lana: a four-meter-tall woman with smooth pale pink skin, slanted honey-colored eyes, and wide, round lips. She had long, thick blonde hair and large breasts decorated in the center with small triangles made of mirror-like fabric that reflected what was in front of them. Her waist showed abdominal muscles, and a pleated white skirt revealed round buttocks that moved in sync with her like a royal court. Her face also had a childish expression, as if she were about to smile, which would raise fervent spirits.
Lana was ready. When she came out with the signs, she would be loved by the spectators, if they didn’t discover that she was made up of billions of cockroaches mentally controlled by my wife, trained to adopt the necessary shape and behavior to go unnoticed.
Everything was ready; the ship was near, and I was more excited than ever.
This story will continue in the next flight. Don’t miss it…
Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.
Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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