Claudia Sheinbaum, President-elect of Mexico / Eneas De Troya / CC BY 2.0

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Ya lejos del bullicio de los medios de comunicación es cuando se puede analizar el reciente periodo electoral. Haberlo vivido nos hacen partícipes de un momento histórico que estará subrayado en los libros gracias a su contenido único, cuando el futuro nos alcance y entonces, en charlas, podamos contar lo vivido y lo aprendido, recordaremos esta decisión, en la que eufóricos contribuimos. 

Una historia de la que el pueblo es el gran protagonista, aunque pueda parecer lo contrario, en otro momento fuimos solo los espectadores, nos presentamos ahí una que otra vez a disque votar, pero se seguía haciendo lo mismo de siempre, si algo cambiaba, lo hacía para mal, así que esta vez, lejos del gran bullicio de los tabloides y las redes sociales que intentaron constantemente darle la atención a los políticos y partidos, quiero enfocarme en el gran protagonista; el pueblo. 

Ahora somos más difíciles de engañar gracias a las duras experiencias decepcionantes del pasado, hemos adquirido obnosis y sabemos diferenciar las palabras de alarma provenientes de la visera de sus pronunciantes y una vez identificadas, las desechamos. Ahora escuchamos atentos, cuestionando, sin apresurarnos a tomar decisiones. Así hemos ejercido la democracia con aplomo, hemos demostrado ser cívicamente responsables y así debemos continuar actuando de aquí en adelante. 

Algunos de nosotros nos dimos cuenta que Xochitl Galvez y sus voceros usaron la misma técnica que en los tiempos de la inquisición, “obedece o iras al infierno”, es decir, vota por mi, o el futuro será terrible. Más que una propuesta parecía una amenaza. Personalmente me resultaba triste que no hubiera una buena oposición que me hiciera dudar mi voto, también me resultaba peligroso pues sin una oposición decente, los riesgos son mayores. En su campaña no existió suficiente ingenio como para proponer a detalle algo mejor de lo que hay, algo más próspero o más interesante sino que era escogerla a ella o padecer. 

Y yo, fiel creyente de Kropotkin, el príncipe anarquista, el creador de la teoría del apoyo mutuo, tengo como visión personal un escenario en el que los seres humanos tengan la conciencia suficiente como para un procuramiento mutuo, como la simbiosis que se hace en el resto del reino animal. Así pues mi ideología personal me permitió mantenerme “neutra” buscando aquello que pretendiera acercarse hacia el apoyo mutuo, ha sido esa la razón por la que al ver que ella tenía una falta de empatía, me hice un paso atrás, pues ni en las propuestas ni en los debates, ni en las mesas de discusión logre ver un interés genuino, necesario para dirigir una colaboración continuada de supervivencia. 

Por el otro lado estaba un proyecto cuya propuesta contemplaba a la población en general, este ya había sido sujeto a pruebas en el gobierno actual y esta vez se proponía como su ejecutora a Claudia Sheimbaum, una académica que estuvo en un proyecto ganador del premio nobel de la paz. Al escucharla hablar noté que era consciente del resto de los habitantes del país, pues tenía una respuesta detallada para cada caso y situación, parecía comprender los problemas desde una óptica cercana. Más allá de proferir amenazas e insultos como su opositora, sus palabras iban dibujando los trazos de un futuro inclusivo. 

Pero aun cuando hice un analisis personal, no avise mis conclusiones a nadie, quería que cada quien tomara su decisión a sabiendas de que los medios de comunicación logran tergiversar, pero confiada 

en que cada quien haría su esfuerzo, así que me limité a escuchar a quienes querían opinar. Así, como pueblo vimos y escuchamos hasta llegar a una conclusión, ahí estaba la información de cada proyecto y tomamos la decisión. 

Amanecimos el dos de junio y fuimos a votar, contemplando las opciones a elegir, cada quien hizo lo que consideraba mejor no sólo para sí mismo y para su familia sino para todo un país, decidiendo así, de uno en uno, el futuro de todos. 

Una vez que se anunció que Claudia Sheinbaum fue elegida para gobernar el país, quienes votaron por ella la celebraron doble, pues la noticia de su victoria vino con una noticia más, Claudia llegaría con una mayoría calificada, un hecho único; en unos meses gobernaría con poder ilimitado el país y ante la confianza de que lo usaría para bien, una multitud festejó, ella ofreció un discurso en el Zócalo de la Ciudad de México agradeciendo el refrendo de confianza y comprometiéndose a no fallar y un ambiente de victoria se respiró entre las multitudes. 

Por otro lado, aquellos que votaron por Xochitl alegaban fraude y de ahí pasaron a insultar a sus compatriotas, haciendo publicaciones ofensivas, denostando, haciendo ataques clasistas, alegando superioridad intelectual, profiriendo insultos y amenazas. 

Puedo ponerme en el lugar de quienes votaron con esperanza, con miedo, con duda, con un voto de confianza, con incredulidad, quienes analizaron detenidamente y quienes anularon su voto, me gusta la pluralidad, pues esta ofrece una riqueza única. Sin embargo no es tan fácil comprender lo que paso después, pues una vez que se votó según las convicciones personales, creo que debería existir el deseo genuino de que gane quien haya sido mejor opción, sin importar si se le dio o no la razón en su propuesta. 

Durante los siguientes días el pueblo bullicioso continuaba generando una cacofonía entre clamores y vituperios. Los ganadores vitoreaban, celebraban, gritaban alegres y esperanzados, los demás gruñian, increpaban, exhortaban, actuaban desencajados. Yo escuché a cada uno cuestionandome la razón de los ataques pues una vez declarado el resultado debería terminar la batalla, ganó la democracia. 

Pase la semana escuchando y leyendo furibundos comentarios que mayormente hacían alusión a una supuesta carencia intelectual y económica de los votantes de morena, había incluso un comentario alegando que no todos deberíamos votar pues “no todos somos iguales” y quise hacer un esfuerzo para comprender este interesante fenómeno preguntándome hasta cuando vamos a creer en esta falacia que el mismísimo Darwin hace tanto desmintió con su magnífica teoría, aun así puedo comprender su frustración ya que desde una pseudo superioridad se sienten perdedores, sin serlo realmente. 

Quienes no votaron por Claudia culparon al resto del electorado llenándose de insultos y comentarios displicentes y clasistas que se iban haciendo incluso más fuertes que antes del dos de junio. Escuche a uno de mis amigos proferir su rabia hacia los “chairos” y luego de hacerle un par de preguntas me dí cuenta que los creía “inferiores” quise pensar que era un caso aislado pero luego escuche a otro, que decia que nos iban a quitar la propiedad privada, pero que no tiene ninguna propiedad, lo cuestione al respecto y se molesto, después leí un comentario que decía que solo votaron por morena los de una 

economía paupérrima, una declaración que me consta que es falsa pero que me reveló un clasismo extraño, que ya no está sustentado por clases económicas, sino por una vieja creencia infundada desde tiempos de la colonia, que se sostiene en la mente de un individuo sin estar respaldada por argumento alguno. 

Llegué a la conclusión de que quienes hacen estos comentarios, al creer en la superioridad no votaron por todos y para todos, sino para “los mejores” por esta razón su sensación de superioridad les estorba a la hora de comprender una palabra tan grande y plural como democracia pues es una palabra que ofrece una riqueza casi infinita si se estudia de cerca. 

A ellos les deseo que el terror que hoy sienten se vaya difuminando con el paso de los días, les deseo también que encuentren la alegría que da causar la sonrisa ajena, pues es una sensación maravillosa, pero que sólo se puede obtener cuando te hermanas con el prójimo. 

Y para quienes vimos la oportunidad de tomar esta decisión como una obligación, quienes buscamos la sonrisa del de al lado, quienes nos sabemos responsables de los otros, podemos continuar con lo que implica haber llevado a cabo este deber, podemos y debemos predicar con la misma ideología a la que le dimos el voto, es decir un bienestar compartido que incluya no solo a quienes estuvimos de acuerdo con los resultados de la elección, sino también a quienes no lo estuvieron. 

El futuro es como una hoja en blanco a la hora de escribir, es incierto, está lleno de anhelos y de suspenso, eso lo convierte en una aventura tan peligrosa como maravillosa que se va escribiendo con acciones grandes y pequeñas por igual, el futuro es una construcción conjunta en la que participamos todos, no sólo el día de la elección, sino que ha sido así desde que existe la humanidad. Una decisión a futuro nos atiene a vivir en la expectativa, a sujetarnos a ella y a construir, así que sigamos construyendo cada quién desde su trinchera. 


English translation

Far from the hustle and bustle of the media is when the recent electoral period can be analyzed. Having lived through it makes us participants in a historical moment that will be highlighted in books thanks to its unique content. When the future reaches us and we can recount what we lived and learned, we will remember this decision in which we enthusiastically contributed.

In this story, the people are the great protagonists, although it might seem otherwise. In the past, we were mere spectators, showing up now and then to supposedly vote, but things always remained the same. If anything changed, it was for the worse. So this time, far from the great noise of the tabloids and social media that constantly tries to focus attention on politicians and parties, I want to focus on the great protagonist: the people.

We are now harder to deceive thanks to the harsh, disappointing experiences of the past. We have gained awareness and know how to differentiate alarmist words from the true intentions of their speakers, and once identified, we discard them. Now we listen attentively, questioning, without rushing to make decisions. Thus, we have exercised democracy with composure, demonstrating civic responsibility, and this is how we should continue acting from now on.

Some of us realized that Xóchitl Gálvez and her spokespeople used the same technique as in the times of the Inquisition: “Obey or go to hell” — meaning, “Vote for me, or the future will be terrible.” More than a proposal, it seemed like a threat. Personally, it saddened me that there wasn’t a good opposition to make me doubt my vote; this also seemed dangerous because without a decent opposition, the risks are greater. Their campaign lacked enough ingenuity to propose something better in detail than what already exists, something more prosperous or more interesting. Instead, it was about choosing her or suffering.

I — a faithful believer in Kropotkin, the anarchist prince, the creator of the theory of mutual aid — have a personal vision in which humans have enough awareness for mutual support, like the symbiosis that occurs in the rest of the animal kingdom. Thus, my personal ideology allowed me to remain ‘neutral’, seeking something that aimed towards mutual support. That was the reason why, seeing her lack of empathy, I took a step back because neither in the proposals nor in the debates nor in the discussion tables did I see the genuine interest necessary to lead a continued collaboration for survival.

On the other hand, there was a project whose proposal considered the population in general. This had already been tested in the current government; and this time, Claudia Sheinbaum, an academic who was part of a Nobel Peace Prize-winning project, was proposed as its executor. When I heard her speak, I noticed she was aware of the rest of the country’s inhabitants, as she had detailed responses for each case and situation. She seemed to understand the problems from a close perspective. Beyond making threats and insults like her opponent, her words drew the lines of an inclusive future.

But even when I made a personal analysis, I didn’t share my conclusions with anyone. I wanted everyone to make their own decisions, knowing that the media can distort things, but confident that everyone would make an effort. So, I limited myself to listening to those who wanted to voice their opinions. Thus, as a people, we watched and listened until we reached a conclusion. The information about each project was there, and we made our decision.

On June 2, we woke up and went to vote, considering the options to choose from. Each person did what they thought was best — not only for themselves and their families, but for the whole country — thus deciding, one by one, the future of everyone.

Once it was announced that Claudia Sheinbaum was elected to govern the country, those who voted for her celebrated doubly, for the news of her victory came with another piece of news: Claudia would arrive with a qualified majority, a unique fact. In a few months, she would govern the country with unlimited power, and in the confidence that she would use it for good, a crowd celebrated. She gave a speech in the Zócalo of Mexico City, thanking us for the renewed confidence and committing to not fail, and a victorious atmosphere was felt among the crowds.

On the other hand, those who voted for Xóchitl claimed fraud and then moved on to insulting their compatriots, making offensive posts, denigrating, making classist attacks, claiming intellectual superiority, and hurling insults and threats.

I can put myself in the shoes of those who voted with hope, with fear, with doubt, with a vote of confidence, with disbelief, those who carefully analyzed, and those who nullified their vote. I like plurality, for it offers unique richness. However, it is not so easy to understand what happened afterward, for once the vote was cast according to personal convictions, there should be a genuine desire for the best option to win, regardless of whether or not one’s proposal was validated.

In the days following the election, the noisy people continued to generate a cacophony of cries and vituperations. The winners cheered, celebrated, shouted joyfully and hopefully, while the others grumbled, reproached, exhorted, and acted disjointedly. I listened to each one, questioning the reason for the attacks, for once the result was declared, the battle should have ended. Democracy had won.

I spent the week listening to and reading furious comments that mostly alluded to an alleged intellectual and economic lack among Morena voters. There was even a comment claiming that not everyone should vote because “we are not all equal,” and I wanted to make an effort to understand this interesting phenomenon, wondering how long we will believe in this fallacy that Darwin himself debunked so long ago with his magnificent theory. Even so, I can understand their frustration because, from a position of pseudo-superiority, they feel like losers without really being so.

Those who didn’t vote for Claudia blamed the rest of the electorate, filling themselves with insulting and dismissive classist comments that became even stronger than before June 2. I heard one of my friends express his anger towards the “chairos” and after asking him a couple of questions, I realized he believed them to be inferior. I wanted to think it was an isolated case, but then I heard another saying that they would take away private property, although he owned none. I questioned him about it, and he got upset. Later, I read a comment saying that only those with a poor economy voted for Morena, a statement I know to be false but which revealed to me a strange classism, no longer based on economic classes, but on an old, unfounded beliefs since colonial times, held in the mind of an individual without any argument to support it.

I concluded that those who make these comments, believing in superiority, did not vote for everyone and for all but for “the best.” For this reason, their sense of superiority hinders them from understanding a word as grand and plural as democracy, for it is a word that offers almost infinite richness if studied closely.

For them, I hope that the terror they feel today dissipates with time. I also hope they find the joy of causing a smile in others, for it is a wonderful sensation but one that can only be obtained when you bond with your neighbor.

And for those of us who saw the opportunity to make this decision as an obligation, who sought the smile of the person next to us, who know ourselves responsible for others, we can continue with what it means to have carried out this duty. We can and must preach with the same ideology to which we gave our vote; that is, a shared wellbeing that includes not only those who agreed with the election results but also those who did not.

The future is like a blank sheet when writing. It is uncertain, full of aspirations and suspense, making it a dangerous yet wonderful adventure that is written with both big and small actions alike. The future is a joint construction in which we all participate, not only on election day but since the existence of humanity. A decision for the future binds us to live in expectation, to cling to it, and to build. So let’s keep building, each from our own trench.


Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.

Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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