Rafael Narbona, escritor español y columnista de la revista El Cultural, mando un mensaje a sus lectores vía Twitter:

“Ser radical en la defensa de la moderación es urgente en este tiempo de crispación. Frente a la estrategia de la ruptura de populistas y nacionalistas, hay que cultivar la cultura del encuentro. El dialogo y la tolerancia son la mejor respuesta a la ira y la violencia.”

En estos tiempos, es fundamental que los libres pensadores vuelvan a ser partícipes de los cambios políticos y sociales. Creo que es un llamado a la conciencia, a los poetas y periodistas, filósofos y políticos de avanzada, jóvenes con la energía y la visión de que lo que sucede no es sino solo una estrategia forzada y obsoleta por mantener un orden ya perdido. También es requerida la experiencia de aquellos profesores, personas literarias, y pensadores que guíen a la futura cuadrilla de arrendadores del conocimiento.

El caos relacionado a los descontentos sociales, a las máscaras de los lideres actuales, además de las divisiones culturales, raciales, y políticas, están generando un efecto demasiado devastador para la salud y la paz. Muchos nos encontramos con un descontento no solo por las injusticias, si no por la manera en que se ha manejada el mundo los últimos tiempos.

Los descontentos que son fundamentales hablan más que las diferencias que existen entre los individuos.

La entrada en el capitolio estadounidense ha roto la magia del cuento de hadas; hemos visto una América desgastada y perdida en su propia ignorancia abducida. Lo que yo vi va más allá de los motivos políticos. Para mi represento el simbolismo poético de la caída de un imperio que ha sido feudal de las naciones que lo rodean. Una cosa decía mi madre y era que un buen juez por su propia casa empieza. Es por eso que se necesita hoy más que nunca de la unión de estados, de la propaganda positiva que no germine más intriga y separación. De cierta manera acepto que aun que pareciese una idiotez mal habida ha tenido una connotación histórica monumental para el mundo, la revuelta de el día 6 de enero del 2021.

Nos vemos los movimientos de derecha e izquierda, de fascistas, radicales, populistas, demagogos, y liberales, y todas las ramificaciones que se le han dado a las diferencias políticas—porque se es más fácil etiquetar entre diferencias que entre factor común. Han salido un poco a la luz de la fría cueva platónica, pero aun son con los ojos vendados por el desconcierto de la desinformación que cae a manos llenas.

Sentarnos a dialogar parece casi imposible en la actualidad—algo distante para quienes obtienen de las plataformas digitales el poder de tener la razón. En la dialéctica sin Schopenhauer, deberíamos añadir el futuro de la omnipresencia digital, que genera una comunicación escasa, casi nula y sin duda llena de conflictos. Al tener un orden de las ideologías, estas se acomodan, y se separan en pequeños grupos, como animales en distintos corrales. Nos cierran totalmente el paso al dialogo, creando alter egos invencibles como molinos de Quijote, y perpetuando el nacimiento de conflictos sociales, que son tan absurdos y minúsculos como hormigas peleándose entre sí.

Si pudiéramos debatir de manera civilizada, neutral y siempre con la meta final de encontrar en el argumento una nueva oportunidad de ver las cosas desde una perspectiva distinta, ayudando a nuestras propias ideas y evolucion, lograríamos avances esperanzadores. Nos daríamos cuenta que concordamos más de lo que imaginabamos.

Cuando nos cerramos en lugar de alimentarnos de las ideas de otro ser humano, o tememos en mostrar nuestra forma de ver las cosas, es entonces cuando clausuramos la posibilidad de entrar a un club distinto. Nos cerramos al de la enseñanza universal.

Entrar en dialogo, es entrar en una habitación y cerrar la puerta por educación a los colores, los lados, los puntos cardinales, y hasta a las técnicas que se aprenden en la escuela del debate. Al implementar la comunicación y el entendimiento se pueden lograr pasos agigantados en cualquier materia, no importa a cualquier obstáculo que impida el contacto real de un humano hacia otro.

Los presidentes

Recuerdo perfectamente que siempre he sido un fanático religioso de los buenos discursos, ya sean dichos por líderes sociales, políticos, o civiles. Pienso que el discurso es una forma de poesía cuando este logra conectar con el lado más sensible de la humanidad. Y creo también que los debates más que alimentar el deseo de un cambio, son solo un ejemplo a seguir en la vida diaria. El atacar—con puntos de opinión, observaciones hilarantes, y mofas intelectuales—es una manera más de mostrar que los poderes solo nos muestran como sentirnos distintos ante nuestros similares.

Todo imperio debe de caer, porque nada puede ser eterno. Eso es algo que la historia y la paleontología se han encargado de demostrar.

La mesura es una virtud que pocos hombres tienen, pero es fundamental para la tolerancia y el respeto. Al dejar las ideologías de lado cuando se habla con otro individuo, la mesura se encarga de que nuestro cerebro analice sin dejar al ego entrometido tomar control de algún dialogo. No hay empatía; es respeto lo que se genera. La empatía siempre debilita alguna de las dos partes, pero el respeto trata a los dos por igual.

Radicalización

La propuesta de radicalizar la moderación y el dialogo con mesura y respeto es una idea excepcional, que me ha llenado de una esperanza para quienes aún dejamos que los diálogos nos abracen.

Promulguemos más escritos que generen paz y cambio, más pinturas, más música con alma, más entendimiento y educación sentimental.

Promulguemos la paz de dialogar. Yo no vendo. Yo no compro.


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