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No te subas al 12, puedes romper la maceta, muchacho. El ruido de las escaleras es un tubo de aluminio hueco que golpea con otro tubo un poco más sólido. Este choca con las ramas, se entierra en el suelo, se eleva, se columpia, soporta el peso y hace el trabajo de acercar la mano a la fruta. Fruta que llena la bolsa y bolsa que llena aquel cajón de madera roja y carcomida por los años, donde se ha estibado en más de cien temporadas. 

El sol daba en mi cara sucia, el aroma a pesticida, tierra mojada, sudor de los 15 que compartimos la van, y la música de fondo de alguna estación de radio local, edificios amarillos, un paso a desnivel, la carretera olvidada con sus baches y sus habitantes que caminan como muñecas rusas uno detrás del otro. Paramos la camioneta en un banco para cambiar los cheques; unos corren a la tienda mexicana, otros a comprarse botas y chamarras, las bocinas para el filo, los sombreros y cachuchas. Pasamos por el bar caminando y vemos las motocicletas estacionadas afuera, Harley y la música country. Al parecer, este fue el único espacio que permaneció intacto ante la gentrificación hispana de este lado de la ciudad, como si se resistiera a fugarse. Abre la puerta un hombre alto, delgado, enciende un cigarrillo y mira a su alrededor, exhalando su humo gris de un tabaco rojo y blanco. Una voz ronca sale de su bigote y larga barba y menciona unas palabras inaudibles para muchos, cosas que no se entienden las primeras veces.

Así, mirándonos de lado, entramos al lugar donde normalmente enviamos el dinero de nuestra jornada semanal a nuestras familias en México o Guatemala. La tienda es un mundo distinto al exterior, aún más distinto al del vecino con sus caballos de metal y sus chalecos de cuero negro. Suena música conocida por nuestro corazón, el aroma a carne asada, frutas, dulces, aromas de casa. Llenamos la canasta con galletas, refrescos, tomates, cebollas, chiles, camarones y chorizo. Hay tortillas recién hechas y un refrigerador enorme con cervezas de todos lados. El torito le grita a su mujer para que atienda la segunda caja y, como si fuera un efecto de repetición, ella le habla a su hija para que ayude en la tercera y luego a su prima, para que así puedan con el sin número de trabajadores que se han juntado para pagar todos los productos del mandado. 

Lewis St. es, sin duda, el camino amarillo hacia downtown Pasco, es la clave para el éxito de todos y cada uno de sus negocios locales que han existido allí desde hace más de 20 años. Es una de esas historias que se cuentan en comunidad, en conjunto, porque se ha convertido en un referente de la historia hispana en nuestra comunidad. Es necesario que se comience a pensar en el futuro no solo de este lugar, sino de toda la gente que ha invertido su dinero, sus sueños y su trabajo duro. Este lugar ha alimentado familias, creado empleos y transformado la economía local para crear algo más allá de solo un barrio mexicano. Me gustaría que se pudiera pensar más allá, que la ciudad de Pasco se involucre con los locatarios, que exista una inversión más controlada y enfocada, que el servicio que se le dé a la ciudad sea para beneficio de todos. Sabemos de antemano que la ciudad de Pasco está pasando por una transformación, que los negocios se aferran a su deseo de salir adelante, pero que aún así siguen sintiendo el abandono. 

Ya no tratemos de buscar culpables en los concilios de la ciudad, dejemos que la justicia tome su forma y dejemos los procesos jurídicos a quienes están a cargo de ellos. Pero nosotros, los medios de comunicación, las organizaciones, las cámaras de comercio, comencemos a hacer el trabajo de ayudar a poner en el mapa este gran problema, porque esto no comenzó con un paso a desnivel, ni tampoco con la pandemia, aunque sabemos que esa fue una de las estocadas más profundas que afectó a esta industria. Y no por el virus en sí, sino por el manejo de las instituciones locales, como el ya inexistente DPDA y otras más que se han echado a perder entre los locatarios. 

Estoy hablando de encontrar una solución en conjunto, en directo, el gobierno local y la gente afectada, porque el futuro no solo de estos comerciantes hispanos está en juego, está en juego toda una parte cultural que se verá afectada, un espacio que está a punto de dejar de ser del campesino, del pueblo, del mayor proveedor de efectivo a esta ciudad con tanto potencial. Hablo de esos que no se ven tanto en las cámaras de comercio, esos que son engañados por las distintas organizaciones, esos que ya están cansados de tantas promesas y tan amistades de poder falsas, y de estas promesas que son tan similares a las de los políticos de su país, que se asoman para su conveniencia o que les sacan en pequeñas dosis disfrazadas de inscripciones a un club de supuesto lujo que les ilusiona con un inalcanzable sueño de cambiar las cosas. 

La unión no debería costar, la ayuda no debería costar, nada de lo que existe para el crecimiento de la comunidad y que se pinte de manera honesta debería sangrar poco a poco a nadie. Este es un artículo que invita a reflexionar, a meditar, a crear un cambio interno en todos nosotros. No se trata ya de atacar a nadie, nuevamente lo repito, este escrito no busca encajar en ningún rincón doloroso, porque en lo poco que tengo aquí, si hay algo que sí sé, es que se debería terminar la división entre nuestras comunidades y comenzar a buscar el común denominador para la solución de algo tan importante: la supervivencia de nuestra huella cultural y económica en esta región.


English translation:

Don’t climb up to the 12th step, you might break the flowerpot, young man. The noise of the stairs is an empty aluminum tube hitting against another slightly more solid tube. This clashes with the branches, buries itself in the ground, rises, swings, supports the weight, and does the job of bringing the hand closer to the fruit. Fruit fills the bag and a bag fills that red wooden crate, weathered by years, where it has been stacked for over a hundred seasons. 

The sun hits my dirty face, the scent of pesticides, wet soil, sweat from the 15 of us who share the van, and the background music from some local radio station, yellow buildings, an overpass, the forgotten road with its potholes, and its inhabitants who walk like Russian dolls one behind the other. We park the van at a bench to cash the checks; some rush to the Mexican store, others to buy boots and jackets, the horns for the edge, the hats and caps. We pass by the bar on foot and see the motorcycles parked outside, Harleys and country music. This is the only space that remains untouched by the Hispanic displacement on this side of town, as if resisting escape. 

A tall, thin man opens the door, lights a cigarette, and looks around, exhaling his gray smoke from a red and white cigarette. A hoarse voice comes from his mustache and long beard, uttering some words that are unintelligible to many of us, things that are not understood the first few times. So, looking sideways, we enter the place where we usually send the money from our weekly work to our families in Mexico or Guatemala. The store is a different world from the outside, even more distinct from the neighbors with their metal horses and black leather vests. 

Familiar music plays for our hearts, and the space is filled with the scents of grilled meat, fruits, sweets, and home aromas. We fill the basket with cookies, sodas, tomatoes, onions, peppers, shrimp, and chorizo. There are freshly made tortillas and a huge refrigerator with beers from all over. El Torito shouts at his wife to attend the second register, and as if it were a game of telephone, she tells her daughter to help at the third, and then the daughter to her cousin, so they can handle the countless workers who have gathered to pay for all the shopping products. 

Lewis Street is undoubtedly the yellow brick road to downtown Pasco; it’s the key to the success of each and every one of its local businesses that have been there for over 20 years. It’s one of those stories told in the community, together, because it has become a reference to Hispanic history in our community. It’s necessary to start thinking about the future — not only of this place but also of all the people who have invested their money, their dreams, and their hard work. This place has fed families, created jobs, and transformed the local economy to create something beyond just a Mexican neighborhood. I would like us to think beyond, for the city of Pasco to engage with the local shopkeepers, for there to be a more controlled and focused investment in the services we provide to the city that benefit everyone. We already know that Pasco is undergoing a transformation, that businesses are clinging to their desire to move forward but still feel abandoned. 

Let’s not try to find culprits in the city councils anymore, let justice take its course, and let the legal processes be left to those in charge of them. But we — the media, the organizations, the chambers of commerce — let’s start doing the work of helping to highlight this big problem we have, because it didn’t start with an overpass, nor with the pandemic (although we know that was one of the deepest blows that affected this community — and not because of the virus itself, but because of the handling of local institutions, like the now-nonexistent DPDA and others that have earned a bad reputation among shopkeepers). 

I’m talking about finding a solution together, directly, involving local government and the affected people, because the future is not only at stake for these Hispanic merchants; it’s at stake for an entire cultural sector that will be affected, a space that is about to cease being that of the farmer, the major cash provider to this city with so much potential. I’m talking about those who are not so visible in the chambers of commerce, those who are deceived by various organizations, those who are already tired of so many promises and false powerful friendships — promises that are so similar to those of politicians in their country, who come for their convenience or who extract them in small doses for self-serving interests disguised as registrations to a supposedly luxurious club — promises that entice them with an unattainable dream of changing things for the better. 

Unity shouldn’t cost, and help shouldn’t cost; nothing that exists for the community’s growth and that is honestly painted should slowly bleed anyone. This is an article that invites reflection, and meditation, to create an internal change in all of us. It is not about attacking anyone. I repeat, this writing doesn’t seek to find any painful cracks in your armor, because if there’s one thing I do know, it’s that the division between our communities should end, and we should start looking for the common denominator for the solution to something so important: the survival of our cultural and economic footprint in this region. 


Ulises Navarro es el director de operaciones de Alcon Media, LLC, donde combina su pasión por las operaciones de los medios con su dedicación a la justicia social, el folklore y el periodismo independiente. También es el presidente de klaindastino kors. Originario de Guadalajara, México, es un filósofo y escritor autodidacta que emigró a los Estados Unidos a la edad de 21 años, trabajando inicialmente como agricultor en los campos de Washington y Oregón. Fue allí donde nació su deseo de lucha social por los derechos de los migrantes. Ulises recibió el premio BFT del Salón de la Fama del Transporte Público por su informe “Sobre la inclusión en el transporte público”. Ahora trabaja en muchos proyectos informativos y educativos, incluido El Centro de la Dignidad. 

Ulises Navarro is the Chief Operating Officer of Alcon Media, LLC, where he combines his passion for media operations with his dedication to social justice, folklore, and independent journalism. He is also the president of klaindastino kors. Originally from Guadalajara, Mexico, he is a self-taught philosopher and writer who migrated to the United States at the age of 21, working initially as a farmer in the fields of Washington and Oregon. It was there where his desire for social struggle for the rights of migrants was born. Ulysses received the BFT Public Transportation Hall of Fame Award for his reporting “On Inclusion in Public Transportation”. He now works on many informational and educational projects, including El Centro de la Dignidad. 


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

This article is brought to you by El Vuelo Informativo, a partnership between Alcon Media, LLC and Tumbleweird, SPC.