audio-thumbnail
MAR Elevate to the Tenth 2
0:00
/512.182857

Narrated by Charles Conover

This article is bilingual! Scroll down for the English translation.

Puedes pararte frente al espejo y repetir tantas veces como desees nuevas formas de ser, quizá más inteligente, más capaz, más tolerante, puedes adjudicarse capacidades que consideras que van a ayudarte; intelecto, fuerza, alegría o audacia, puedes manifestar riqueza, una pareja que te ame o viajes por el mundo. Puedes, nada te lo impide, los problemas vienen cuando estas palabras repetidas convincentemente no surten su efecto. 

También podrías seguir los consejos de libros de autoayuda de autores de sonrisa falsa cuanto quieras; es poco probable que si algo no sale como esperas, puedas ir hasta donde están y reclamarles. Podrías contratar un Coach, que vaya pensando por tí, que te autorice cada acción que tengas en mente y vaya reinterpretando cada emoción o sensación que te causa algo que te disgusta o no sale como esperas, al fin y al cabo, si te quejas, te dirá que no estás listo y necesitas más de aquello. 

Por último, pero mucho más fatídico, puedes negarte a sentir esto y aquello y consumir algo que adormezca, o aferrarte a sentir esto o aquello y consumir aquello que lo causa. Si has hecho algunas de estas cosas, sabes el desafortunado final; caer en un bucle de tiempo que te atasca dentro de una burbuja de frustración dentro de la cual se va gestando la desesperanza ¡Vaya que es complejo salir de ahí! la inconformidad con uno mismo va susurrando improperios feroces que nos carcomen el amor propio y la fé en la capacidad con la que hemos nacido. 

Entonces ¿Cómo tener más? 

Nosotros, los especímenes humanos, colectivamente tenemos una palabra favorita ¡Más! Más tiempo, más dinero, más sensación, más amigos, más, más, más. Y por supuesto que no es mi intención condenar la ambición, yo misma soy ambiciosa, me gusta pensar en lo que podría lograr con un poco más y disfruto de la gente que cuenta con grandes sueños. Pocas cosas en este mundo me aburren tanto como la actitud apática, así que no es una crítica, sino más bien, un humilde intento por reinterpretar el “más” y darle un nuevo significado. 

Me sumo a la infinita búsqueda de la combinación perfecta de virtudes que abre todas las puertas para traer a la realidad ilusiones y ambiciones. Cómo muchos otros, he visto cientos de análisis, de genios, de criminales, de hombres poderosos, de científicos, genios de la música, emperadores y un larguísimo etcétera. He leído cuidadosamente biografías de personas que dejaron su nombre en la historia y he notado que en ningún caso las virtudes son las mismas. Quizá, la combinación de virtudes no esta a la vista por ahora, así que buscando en otro lado pensé en las potencias. Sabía que es la naturaleza y nos ha dado a cada uno un manojo de capacidades y virtudes. 

Quizá creas que no es suficiente para hacer de tu vida algo con lo que sientas la tan añorada satisfacción, pero de nuevo, dejalo a las matemáticas. 

Nombrando a uno de los grandes, Stephan Banach, un gran contribuyente, este hombre y su cuaderno escoses, en el que figuraban una serie de problemas propuestos por el resto de los matemáticos con los que se reunía en aquel café, ofrecía un premio a quién pudiera resolverlos todos, un juego ambicioso para los incipientes matemáticos que quisieran sumarse. Este hombre, quién delineó con precisión lo que hoy conocemos como potencia, era un matemático fuera de lo común, pero quizá sin su pasión, la ceguera de su ojo izquierdo, su torpeza y lo poco convencional que era, lo hubieran dejado pasar inadvertido hasta que su recuerdo se borrará por completo como suele pasar con los seres humanos que no estamos en esta lista. Pero fue esta única habilidad, la que persistentemente se expandió y terminó facilitando la vida de muchos de nosotros, la misma que en su tierna infancia era solo un pasatiempo, apenas desarrollado. Ahora bien ¿Qué pasaría si llevas cada una de las cualidades con las que naturalmente has sido dotado a su máximo exponente? Por cualidad, no me refiero necesariamente a una virtud, sino a aquellas actitudes naturales sobre las que tienes certeza, tal vez no eres un genio, procrastinas demasiado o te desesperas pronto, pero tienes una extraordinaria forma de relacionarte con otras personas o eres bueno con los números, eres astuto, previsor, persistente, valiente, muy directo o diplomático. 

Tal vez tengas un buen sentido del tiempo, cuentes con un espectacular sentido de la aventura, sepas cómo estructurar un plan para que pueda llevarse a cabo (aunque luego no sepas cómo llevarlo tú) quizá seas empático, optimista, idealista, pesimista, valemadrista o perfeccionista. Tal vez puedes detener una discusión ajena, tranquilizar a alguien ansioso, consolar o alentar. 

Estas y muchas otras cualidades podrían parecer apenas perceptibles en tu persona, pero ¿Qué pasaría si las ejecutas al punto en el que las lleves al máximo exponente? tal vez podrías hacerlas funcionar, sacarles provecho, servirte de ahí para desarrollar eso que llaman “nuestra mejor parte” Mira cada una de ellas, ya están ahí, no necesitas más que aumentar algo que ya existe, llevarlo a la décima o incluso más allá. 

Para ejemplificar, podemos tomar una que aparenta carecer de valor, el buen gusto para vestir, llevando esta cualidad de apariencia insignificante, podrías ser desde un modelo hasta un asesor de modas, conseguir el mejor empleo o un buen trato. Creo que hasta la más insignificante de las cualidades humanas puede crecer exponencialmente si se ejercita lo suficiente, eso es mucho más fácil siempre y cuando ejercites de modo consciente, aprendas a jugar con ella, la eleves a su máxima potencia. 

Así que basta de lloriqueos, ya tienes lo que necesitas, elevalo, piensa en grande a partir de lo que ya existe, no necesitas más que observarse con cuidado y comenzar.


English translation:

You can stand in front of the mirror and repeat, as many times as you like, new ways of being — perhaps smarter, more capable, more tolerant. You can assign yourself the qualities you believe will help you — intellect, strength, optimism, or audacity. You can manifest wealth, a lover who adores you, or a life of travel around the world. You can. Nothing stops you. The problem arises when these convincingly repeated words fail to take effect.

You could also follow the advice of self-help books written by authors with artificially perfect smiles all you want. But if things don’t turn out as expected, it’s unlikely you’ll be able to track the authors down and demand an explanation. You might hire a coach to think for you, to approve every action you consider, to reinterpret every emotion or discomfort you experience. And if you complain, they’ll simply tell you that you’re not ready yet — that you need more coaching.

And finally, in the most tragic of paths, you can choose to deny yourself the right to feel, numbing yourself with substances. Or you can cling obsessively to certain feelings, seeking out whatever feeds them.

If you’ve done any of these things, you already know how the story ends. You find yourself trapped in a loop, stuck inside a bubble of frustration, where despair slowly takes root. And escaping from there? That’s no easy task. Self-doubt begins whispering cruel accusations, chipping away at your self-worth, eroding the faith in your own ability.

So, how do we get more?

We, as humans, collectively share a favorite word — more. More time, more money, more sensation, more friends, more, more, more.

And let me be clear — this is not a condemnation of ambition. I, too, am ambitious. I love imagining what I could achieve with just a little more, and I admire those who dream big. Few things bore me as much as apathy, so this is not a criticism. Rather, it’s an attempt to reinterpret more, to give it a new meaning.

I, like many others, have sought the perfect combination of virtues — the formula that unlocks every door, turning dreams into reality. I have studied countless cases: geniuses, criminals, powerful leaders, scientists, musical prodigies, emperors — the list goes on. I have carefully read the biographies of those whose names history refuses to forget. And I have noticed something striking: not one of them possessed the same set of virtues.

Perhaps the secret formula remains undiscovered. So I decided to look elsewhere — at powers, at potential. Nature has gifted each of us with a handful of unique abilities. You might think they are insufficient to create a life of fulfillment, but let’s leave that question to mathematics.

Take, for instance, the great Stephan Banach: a brilliant mind whose contributions shaped modern mathematics. He and his legendary Scottish Book, a collection of unsolved problems proposed by fellow mathematicians in a café, offered a reward to anyone who could solve them all. It was an ambitious challenge for any aspiring thinker. Banach himself was far from conventional — his blindness in one eye, his clumsiness, and his eccentricity might have destined him for obscurity. But it was precisely one of his skills — his singular ability, nurtured persistently — that expanded beyond expectation and ultimately made life easier for countless others. What once was a mere childhood hobby grew into a legacy.

Now, what would happen if you took each of your natural abilities and pushed them to their highest exponent?

By ability, I don’t necessarily mean a virtue. I mean those natural inclinations you know you have. Maybe you’re not a genius, maybe you procrastinate too much, maybe you lose patience quickly. But perhaps you have an extraordinary way of connecting with people. Maybe you’re great with numbers, or sharp-witted, or cautious, or persistent, or brave, or blunt, or or diplomatic. Perhaps you have an impeccable sense of timing, an adventurous spirit, or an instinct for structuring plans (even if you struggle to execute them). Maybe you’re empathetic, optimistic, idealistic, pessimistic, carefree, or perfectionistic. Perhaps you have the power to de-escalate an argument, to calm the anxious, to console or to uplift.

These qualities might seem insignificant at first glance, but what if you took them to their highest level? What if you made them work for you, used them to their fullest potential? What if, instead of searching for what you lack, you maximized what you already possess?

Take a trait that seems trivial — say, a good sense of style. If you refine it to its peak, you could become a model, a fashion consultant, or secure opportunities you never imagined.

I firmly believe that even the most seemingly insignificant human trait can grow exponentially with the right amount of attention and effort. And that growth becomes effortless once you embrace it consciously, learn to play with it, and elevate it to its highest expression.

So enough with the complaints. You already have what you need.

Amplify it.

Think bigger, starting with what already exists within you.

You don’t need more — you only need to see what’s there, and begin.


Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.

Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

This article is brought to you by El Vuelo Informativo, a partnership between Alcon Media, LLC and Tumbleweird, SPC.