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“… Dicen que primero hay que sembrar y luego cosechar; ahora estás regresando alevantar la semilla que ya germinó y ya estás sembrando el cariño dentro de este público que te está siguiendo…”
Con estas palabras rimbombantes, en el año 1989, comenzaba la entrevista un locutor, ya fallecido (Rogelio Botello), a un artista que había terminado de cantar en el palenque de Reynosa, Tamaulipas.
Todo en el universo evoluciona, y en el ramo de la comunicación no es la excepción. En la época en la que crecí (finales de los 70s, principios de los 80s), no recuerdo haber visto algún presentador inculto o que torciera nuestro idioma. Ricardo Rocha, Cristina Pacheco, Germán Dehesa, de una calidad excelsa; en las noticias Jacobo Zabludovsky, Guillermo Ochoa, Lolita Ayala; incluso deportes populares como el box y el fútbol eran narrados con un lenguaje magistral por Fernando Marcos y Ángel Fernández. En mi mente está, que todos los presentadores se expresaban de una manera regia y por añadidura, procuraban vestir bien. Es más, hasta en los espectáculos solían poner a cuadro a conductores que, independientemente de que te cayeran bien o mal, al menos hablaban correctamente.
Tengo claro que en esas épocas, antes de darle la oportunidad a estas personas, en el medio masivo que fuera, pasaban de alguna u otra manera por un filtro; ya sea por tradicionalismo o porque esa es precisamente la naturaleza propia del comunicador; ser verboso por default. Y aunque se sabe de algunos casos en los que llegaron ahí por azares del destino y otros por dedazo, reitero: todos se expresaban correctamente y vestían de una manera adecuada (además era intrascendente si estaban o no atractivos).
No somos persignados, mucho menos se pretende hacer una apología a la polarización de “millennials vs generación X”; vaya, no se trata de caer en esa tonta retórica de que “todo lo de antes era mejor que lo de hoy”; porque esto último tampoco es del todo cierto, ya que en aquellas décadas, incluso hasta en la época del cine de oro, también hubo contenidos paupérrimos, y no haremos menciones para no herir susceptibilidades, pues un sector de la fanaticada de esa época, cree que todas esas películas sin excepción, eran buenas (como si fueran dignas del Óscar por el simple hecho de estar en blanco y negro).
¿A qué se quiere llegar?; bueno, que como lo mencionamos al principio, todo evoluciona; a veces para bien, a veces para mal, y hoy en día, ante el desplazamiento de la televisión tradicional por las plataformas digitales, se ha perdido ese “filtro” aludido. Hoy todo mundo se cree comunicador, y basta con que le pongas datos al “cel” para dar a conocer una entrevista, una noticia o un reportaje, en aplicaciones como YouTube, Facebook, TikTok, Instagram, etcétera.
Esto no es del todo malo, porque antes no teníamos muchas opciones que digamos; prendías el televisor o la radio y te fumabas, sí o sí, lo único que había. Si querías, verbigracia, ver noticias en la noche, encontrabas al mismo tipo trajeado todos los días.
“Es lo que hay” aplica la frase a la perfección.
Lo bueno de contar actualmente con una amplitud de contenidos, es que, al no haber un filtro de por medio en estas plataformas, cualquier persona, así se encuentre en el lugar más recóndito del planeta, tiene la oportunidad de dar a conocer su talento, en la disciplina que fuere, sin importar la edad, la imagen, la experiencia y sin mediar alguna recomendación; y a diferencia de los años anteriores, en donde también existieron seguramente otros candidatos con las aptitudes y credenciales adecuadas para ser comunicadores, evidentemente las posibilidades de darse a conocer, eran muy remotas. Esto implica, que si quieres consultar noticias, comentarios de tu deporte favorito o alguna entrevista, basta con consultarlo en tu móvil, donde encontrarás miles de opciones para elegir, lo que estriba en que las producciones tradicionales transmitidas en la televisión están a un paso de sufrir el mismo destino que los dinosaurios: la extinción.
Sin embargo, dentro de este abanico de posibilidades, la cosa se pone fea justamente ante la ausencia de filtros; porque lamentablemente un alto porcentaje de contenidos dejan mucho qué desear; la mayoría de ellos, yo diría. Desde aberraciones gramaticales y lenguaje torcido, hasta formas de expresión en las que los pseudo comunicadores, emplean leperadas y/o vulgaridades en nueve de cada diez palabras; y de la imagen, mejor ni hablamos. Empero, el dato más aterrador, es que mientras más rupestre sea el contenido, más popular se vuelve y por ende más monetiza. Bien dicen que el público es el que manda, y esto es lo que como sociedad pensante nos debe preocupar, porque el peligro de la desinformación acecha día a día en las redes sociales, y eso que solo estamos acotando el tema a los comunicadores, porque hablar del resto de las ridiculeces que se viralizan, comprendería un libro entero.
Me quedo con los comunicadores “con filtro”; se les extraña, y como no hay manera de detener a toda esta generación de “influencers” que tuercen nuestro idioma, está en nosotros tener la inteligencia de elegir adecuadamente los contenidos existentes, y sobre todo, está en nuestras manos elegir a quiénes hacemos famosos y a quiénes no; cosa que parece ser una misión imposible, dada la idiosincrasia del mexicano promedio.
“Más deja lo que apende#@”
English Translation:
“… They say that first you have to sow and then reap; now you are coming back to harvest the seed that has already germinated and you are already sowing affection within this audience that is following you…”
With these bombastic words, in 1989, a broadcaster, Rogelio Botello (now deceased), began an interview with an artist who had just finished singing at the Palenque in Reynosa, Tamaulipas.
Everything in the universe evolves, and the field of communication is no exception. In the era in which I grew up (late ‘70s, early ‘80s), I don’t remember seeing any uneducated presenter, or one who twisted our language. Ricardo Rocha, Cristina Pacheco, and Germán Dehesa — all excellent quality; in the news: Jacobo Zabludovsky, Guillermo Ochoa, and Lolita Ayala; even popular sports like boxing and football were narrated with masterful language by Fernando Marcos and Ángel Fernández. In my mind, all presenters expressed themselves in a regal manner and, as a bonus, took care to dress well. Even in entertainment, they used to put on screen hosts who, regardless of whether you liked them or not, at least spoke correctly.
It is clear that in those times, before giving these people an opportunity in any mass media, they went through some kind of filter — whether by traditionalism or because that is precisely the very nature of the communicator — to be verbose by default. And although it is known that some cases got there by chance and others by finger-pointing, I reiterate: all of them expressed themselves correctly and dressed appropriately (moreover, it was irrelevant whether they were attractive or not).
We are not prudes; much less do I intend to make an argument for the polarization of ‘millennials vs. Generation X’; it’s not about falling into that silly rhetoric that ‘everything in the past was better than it is today’, because that is not entirely true, either. Even in those decades, even in the golden age of cinema, there was also poor quality content — and we will not mention them to avoid hurting susceptibilities, as a sector of the fans of that era believe that all those movies, without exception, were good (as if they were worthy of an Oscar just for being in black and white).
What is the point? Well, as we mentioned at the beginning, everything evolves — sometimes for better, sometimes for worse; and today, with the displacement of traditional television by digital platforms, that ‘filter’ I alluded to has been lost. Today, everyone thinks they are a communicator, and all it takes is to put data on a cellphone to broadcast an interview, news, or report on applications like YouTube, Facebook, TikTok, Instagram, etc.
This is not entirely bad because before we didn’t have many options; you turned on the TV or radio and you had to watch or listen to whatever was there. If you wanted, for example, to watch the news at night, you would find the same suited guy every day.
“It is what it is” applied perfectly to the situation.
The good thing about having a wide range of content nowadays is that, without a filter on these platforms, anyone — even in the most remote place on the planet — has the opportunity to showcase their talent in any discipline, regardless of age, image, or experience, and without needing any recommendation. And unlike the way it was formerly, where there were surely other candidates with the suitable aptitudes and credentials to be communicators, the chances of becoming well known are very remote. This means that if you want to check news, comments on your favorite sport, or an interview, you just need to consult your mobile, where you will find thousands of options to choose from. The implication is that traditional productions broadcast on television are one step away from suffering the same fate as the dinosaurs: extinction.
However, within this range of possibilities, things get ugly precisely due to the absence of filters, because unfortunately, a high percentage of content leaves much to be desired; most of it, I would say. Problems range from grammatical aberrations and twisted language to forms of expression where pseudo-communicators use vulgarities in nine out of ten words; and it’s better to not even talk about physical presentation. The most terrifying part is that the more crude the content is, the more popular it becomes (and thus the more it is monetized). They rightly say that the audience is in charge, and this is what should concern us as a thinking society, because the danger of misinformation looms day-by-day on social networks — and we’re only talking about communicators right now, because talking about the rest of the nonsense that goes viral would take up an entire book.
I prefer communicators with a filter; they are missed, and since there is no way to stop this generation of ‘influencers’ who twist our language, it is up to us to have the intelligence to choose the existing content appropriately. And above all, it is in our hands to decide whom we make famous and whom we don’t… something that seems to be an impossible mission, given the idiosyncrasy of the average Mexican.
“Just stop being foolish.”
Originario de la Ciudad de México, Oscar Taylor es Licenciado en Derecho y Maestra en Administración Pública. Él es autor del libro ÁNIMA, una novela postapocalíptica presentada en diferentes FILs internacionales. Oscar es el creador de contenido titular del canal de YouTube “El Búnker de Oscar Taylor” donde realiza entrevistas y reportajes.
Originally from Mexico City, Oscar Taylor has a law degree and a master's degree in Public Administration. He is the author of the book ÁNIMA, a post-apocalyptic novel presented in different international FILs. Oscar is the titular content creator of the YouTube channel “El Búnker de Oscar Taylor” where he conducts interviews and reports.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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