¿A quién culpamos de la guerra?
Hay tantos monumentos alzando la caída de grandes pueblos y civilizaciones por hombres que debieron haber sido juzgados por genocidas y no alzados como héroes de alguna nación—monumentos por sus muertos. No se paga nada por quitar a nuestros hermanos la vida y la paz cuando se porta uniforme y grado. Valor lo llaman.
No hay dos versiones de la historia; solo hay una, la única verdad indiscutible. Recuerdo mis héroes de la infancia como Napoleón Bonaparte. Mi madre me introdujo al mundo de los grandes conquistadores: Alejandro Magno, después el Cesar, los Barbaros y los mongoles. Con el paso de los años mis ideales fueron cambiando, moldeándose al antojo de los libros de historia, las películas bélicas, así hasta encontrar en los ejércitos y las batallas una clase de estimulación física, anímica, espiritual, qué me hicieron desear correr a la armada mexicana y servir por mi país.
Soy a lo que muchas familias mexicanas denominan un ‘contreras’, que significa que solo quiero lo opuesto a lo que dicen, piensan, o se me ordena. No soy un ser que le guste ser gobernado por nada, ni nadie. Es por eso por lo que comencé a cuestionar mis propios deseos y los llevé al extremo de apodarlos ‘miedos’.
Me he planteado que todo deseo de algo seguro, algo que ya he experimentado y conozco por experiencia, es lo opuesto a lo que en verdad quiero o necesito, porque solo veo en la comodidad una opción a tomar. Por eso me digo “hacer lo opuesto” y arriesgarme a hacer lo que creo no es confortable. Mis miedos son los sucesos desconocidos.
Las intrigas más grandes son las metas más satisfactorias
Detrás de cada pensamiento y acción, existen siempre un montón de hilos y madera que nos hacen tomar el siguiente paso; títere y titiritero, lo que llamamos destino no es sino un tour guiado por un conjunto inmenso de ideas globalizadas y pensamientos ajenos.
Al principio recuerdo bien, mi idea de la vida era el pequeño ecosistema familiar. Encontraba en mis padres, hermanos, amigos, y vecinos, así como profesores y compañeros de escuela felicidad. Todo lo que hacía era creer y crecer con ese concepto de ser quien soy.
Ser como mi papá, o mi mamá, o como el futbolista, o el maestro, o el policía, o el astronauta espacial, o una de las otras personas que fueran un modelo para seguir. Al ir madurando en este círculo familiar se me introdujo por primera vez al mundo y sus juegos; se me enseñó a independizarme como ser humano, mas no como individuo.
El ser humano nace con la intención de procrear y subsistir como especie. Viene al mundo con un propósito divino, para el cuento fabuloso que nos hacen creer; adquirimos nombres, nacionalidades, religiones, y valor monetario. Nos dan un pasado para no comenzar de cero, nos educan, nos dopan de abundante dopamina, nos crean conflictos, y también nos hacen pensar con firmeza, que somos seres individuales.
Si es que aún no encontramos nada que nos sea extraordinario, es por el simple hecho, de que no nos hemos atrevido a caminar fuera de la brecha del confort.
Cambiar el nombre a lo existente es redescubrir el mundo—modificar, transformar, renovar, destruir y olvidar, adherir entre paréntesis a los conceptos, como si se tratase de alguna ecuación de resultados infinitos.
El mundo que nuestros ojos y palabras reconocen, el mismo hábitat en que los individuos se adaptan para subsistir, no es exclusivo, ni permanente, al igual que el movimiento que genera toda energía, la palabra y el concepto tienen sus variantes. La poesía, la pintura, la política, la religión, la arquitectura, y toda obra que genera alteraciones de cualquier tipo, se podrían denominar redescubrimientos.
Todo redescubrimiento es una contradicción de algo ya existente
Una de las causas de nuestro letargo evolutivo, es la facilidad con la que vivimos, pensamos, y actuamos. Esto ya se ha dicho antes, pero ahora con la implementación casi total de la red de comunicación global, no cabe duda de que nos han dado la opción de parar totalmente esta idea de que el ser humano ya no requiere de ir mas haya como especie. Ya no forzamos a nuestras mentes y nuestros cuerpos, siendo eso lo que nos ha traído hasta aquí; en nuestro pasado las adversidades marcaban un gran salto en nuestro desarrollo. Ahora, en la granja en que vivimos, solo nos esforzamos en mostrar lo que creemos es lo necesario para tener presencia virtual social.
Aclarar la mente
El éter es la manera que automáticamente somos hasta ahora. La vida es un profundo sueño, que incomoda y satisface todo lo que creemos ser. Dejar de vivir no siempre significa morir; reconocer que día a día hay millones de personas con problemas de identidad, sintiéndose solas, quitándose la vida, simplemente siendo infelices, es una evidencia de que nos hemos forzado demasiado en aceptar todo lo que es, tal y como es.
En nuestro ADN hay un instinto de rebeldía, un mecanismo de defensa, como los anticuerpos que actúan contra los virus, o los glóbulos blancos en alguna infección. Nuestra mente tiene su propio sistema, una activación membranal, entre hipotálamo y la glándula pineal—activistas de la razón, que son parte fundamental del principio de nuestro crecimiento espiritual, social, político, y humano.
Esta arma que se expresa tanto en el arte como en la violencia, en las palabras, el silencio, y en todo aquello que se considere una acción en contra de algo establecido, es la misma arma que nos hará cambiar todo aquello que nos es incomprensible.
Pensar en la rebeldía de que existe en nuestra realidad, en este presente, una microevolución social, una que cada persona aclama en su lucha propia, me hace creer que estamos cada vez más cerca de una división mayor de grupos—estos grupos de cada vez menos integrantes, que comienza a encontrar su verdad, su realidad.
Están los que ven por un futuro justo y comunitario. Están los que piensan en sí mismos, los que aplauden los días como si fueran la única prueba de que todo existe milimétricamente, los grupos de apoyo, de destrucción, de afirmación, y de virtud.
Todos en absoluto, tienen esa razón de existir, de no ser quien son, o de ser quienes son con la libertad de sentir que no son lo contrario, los anarquistas que saben que cada átomo es independiente, y creen que la misantropía es la realidad y no vanidad.
Ahora imaginemos esto: en nuestro sistema de creencias, todo concepto, figura, color, aroma, sabor—absolutamente todo—proviene de la palabra escrita o es dicha por otro individuo del pasado o del presente. Imagina algo, y trata de recordar su origen. Sabes, imaginemos que todo en este momento desaparece de su memoria, toda idea de ser humano es eliminada, todo alrededor es totalmente nuevo, desconocido. Imaginemos que abro los ojos en este instante, y lo primero que veo son mis manos. Logro apreciar su movimiento, su textura, y su determinación. Siento una sensación cuando las uno. Descubro el tacto, pero sin saber aun que es el tacto en sí. Volteo hacia abajo y veos mis pies, mis piernas, y mi sexo. No sé lo que soy, o que estoy haciendo aquí. Volteo y miro blanco; no hay etiquetas, ni conceptos, solo un ser en el mundo lejano.
Es imposible comenzar desde cero, incluso en la amnesia accidental. Se puede olvidar nombres, personas, favores, y fechas, pero ese reconocimiento propio de ser humano esta tan salvaguardado en nuestro subconsciente que llega a ser intocable en caso de perder la memoria.
Se me dijo que calla, pero yo grite con más fuerza
Esa fue una de las ultimas ocasiones que recuerdo ser corregido: una señora propinándome una bofetada en la boca, por no querer guardar silencio. Yo recuerdo pensar en que al guardar el silencio abría la lógica para el sonido, así que opte por gritar con demencia. Se me golpeo por eso.
El entendimiento
Siempre que queremos revelar nuestro sistema defensivo, se nos contraataca de inmediato, ya sea con alguna reprimenda emocional, física, moral, social, o económica, así como entrenan los domadores a elefantes en circos, y estos llegan a ser capaces de bailar en pelotas. Así nos entrenan a nosotros. Pero el elefante no es humano y no sabe que está siendo esclavizado. Pero el humano sabe perfectamente que esa no es la naturaleza del elefante; el elefante siente perfectamente que esa no es su naturaleza, pero sede o escapa. El humano sabe que es humano y siente que esa no es su naturaleza, pero permanece por la comodidad. Este al saber el concepto de esclavitud, no se delimita a reconocer que también a cierta escala él y el elefante son similares.
Los humanos causamos estragos cuando nos intentamos rebelar, pero el mayor de los daños terminamos causándolo a nosotros mismos, ya que al igual que el elefante, solo nos encontramos perdidos en una ciudad llena de individuos asustados, necesitamos volver a donde pertenecemos en medio del pánico. Es triste saber que al igual que el elefante, nacimos y crecimos en una jaula, con una inmensa necesidad natural y desconocida de escapar a la libertad.
Revolución
Deja tu hogar por un momento, tu mente, cuestiona todo lo que crees sin dividirte, comprenderte. Tomar de la mano la educación, la cultura, todo lo que va acompañado para un cambio objetivo, sin temor a expresarse, a defenderse, o defender a los demás.
Cada vez que pienso en revolución me imagino a Francisco Villa y a Emiliano Zapata cuando defendieron la patria mexicana, pero más que nada defendieron una justicia nueva para un pueblo que no tenía la consciencia para alzar la voz, pero tuvieron el valor para luchar por una mejor vida. Eso era el arte de la guerra, de la vida, de la muerte, de la utopía, del cambio.
Cuando piensas que has hecho suficiente, te estas limitando, te estas proponiendo la rendición, estas conformándote con seguir el curso que todo lleva, y así te vuelves irrelevante—uno de los tantos millones que solo forman parte de las estadísticas, y no son recordados por su nombre. Es ahí cuando el domador te ve morir, sin ni siquiera sentir felicidad, o dolor, u odio. Revolución es aniquilarnos cada día entre cada aprendizaje, para así generar un cambio verdadero, doloroso, pero justo.
I believe that reforming the ideological meaning of cultural relations will make advances in social relationships between individuals, like you and me and all the people who don’t think like us. Education and culture have to go hand in hand.