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Desde una edad temprana, los médicos han sido figuras de admiración en mi familia. Mis pediatras desempeñaron un papel significativo en dar forma a mi percepción de la medicina, transformando lo que podría haber sido una experiencia aterradora en una de consuelo y confianza. Un médico que dejó una huella en mí fue el Dr. Richard, quien aportaba humor y calidez a cada consulta. Recuerdo vívidamente cómo usaba un otoscopio y decía en broma que había un nido de pájaros en mi oído, lo que siempre me hacía reír. Ese toque de alegría convirtió el consultorio médico, que solía ser un lugar intimidante, en un santuario de cuidado. Su habilidad para combinar experiencia con empatía sembró una idea en mi mente: quiero brindar esa misma sensación de tranquilidad y apoyo a los demás.
Este sueño comenzó a consolidarse en la preparatoria cuando me inscribí en una clase de primeros auxilios. Pronto me encontré cautivado por el material. Aprender RCP, el uso del DEA y cómo medir la presión arterial no solo me fascinó, sino que también me proporcionó habilidades tangibles. Estas lecciones resultaron fundamentales en una emergencia real cuando mi abuela sufrió una caída, dislocándose el codo y fracturándose la clavícula. Usando una caja de pizza y una bufanda, improvisé una férula para estabilizar sus lesiones hasta que llegamos al hospital. El personal médico elogió mi rapidez e ingenio, lo que reforzó aún más mi determinación de seguir una carrera en la medicina. Ese momento confirmó mi deseo de convertirme en médico, independientemente de los desafíos que pudiera enfrentar.
Mi compromiso con este camino se profundizó durante mis estudios universitarios, cuando me sumergí en las ciencias, el trabajo voluntario y la investigación. Pude presenciar el impacto del cuidado compasivo a través de mi participación en el programa de Transición de Cuidados junto a la Cama (TCAB) en Cedars-Sinai, donde apoyé a pacientes y familias durante sus estadías en el hospital. Además, mis experiencias como mentor de estudiantes en el laboratorio me han demostrado la importancia de guiar y motivar a los demás, un valor que espero llevar conmigo en mi carrera médica. Estas oportunidades no solo han perfeccionado mis habilidades técnicas, sino que también han reforzado mi creencia de que pertenezco a este campo.
Convertirme en médico no es solo una meta profesional; es una vocación que combina mi pasión por la ciencia, mi deseo de ayudar a los demás y mi resiliencia ante los desafíos. Aspiro a crear un ambiente seguro y acogedor para mis futuros pacientes, tal como el que el Dr. Richard creó para mí. Ya sea a través del desarrollo de planes de tratamiento innovadores, mentoría a futuros profesionales médicos o la creación de un programa que ayude a estudiantes subrepresentados a obtener exposición en carreras de salud, estoy comprometido a generar un impacto significativo. Este camino, sin duda, requerirá sacrificios, pero la oportunidad de sanar y empoderar a otros lo convierte en un desafío que estoy dispuesto a abrazar con todo el corazón.
English translation
From a young age, doctors have been figures of admiration in my family. My pediatrician played a significant role in shaping my view of medicine, transforming what could have been a fearful experience into one of comfort and trust. One doctor who stood out to me was Dr. Richard, who brought humor and warmth into every check-up. I vividly remember him using an otoscope, playfully saying there was a bird’s nest in my ear, which always made me laugh. This lightheartedness turned the doctor’s office from a daunting place into a sanctuary of care. His ability to blend expertise with empathy planted a seed in my mind: I wanted to provide that same sense of reassurance and support for others.
This dream began to solidify in high school when I enrolled in a first responder class. I quickly found myself captivated by the material. Learning CPR, AED operation, and how to measure blood pressure not only fascinated me but also gave me tangible skills. These lessons became instrumental in a real-world emergency when my grandmother fell, dislocating her elbow and breaking her clavicle. Using a pizza box and a scarf, I fashioned a makeshift splint to stabilize her injuries until we reached the hospital. The medical staff praised my quick thinking and ingenuity, further fueling my determination to pursue a career in medicine. That moment reaffirmed my desire to become a doctor, regardless of the challenges I might face.
My commitment to this path deepened during my undergraduate studies as I immersed myself in the sciences, volunteer work, and research. I witnessed the impact of compassionate care firsthand through my involvement in the Transitioning Care at the Bedside (TCAB) program at Cedars-Sinai, where I supported patients and families during their hospital stays. Additionally, my experiences mentoring students in the lab have shown me the importance of guiding and uplifting others, a value I hope to carry into my medical career. These opportunities have not only sharpened my technical skills but also reinforced my belief that I belong in this field.
Becoming a physician is not just a career goal; it is a calling that combines my passion for science, my desire to help others, and my resilience in the face of challenges. I aspire to create a safe and welcoming environment for my future patients, much like the one Dr. Richard provided for me. Whether it’s through developing innovative treatment plans, mentoring aspiring medical professionals, or starting a program to help underrepresented students gain exposure to healthcare careers, I am committed to making a meaningful impact. The journey will undoubtedly demand sacrifice, but the opportunity to heal and empower others makes it one I am ready to embrace wholeheartedly.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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