Photo by Suzy Hazelwood

This article is bilingual! Scroll down for English translation.

En agosto de 1945, poco antes de la culminación de la Segunda Guerra Mundial, el ejército soviético invadió la región de Manchuria, al norte de China, la cual había sido invadida por el imperio japonés catorce años atrás.

Durante este conflicto, una brigada del ejército rojo liberó una ciudad donde el jefe de la oficina de correos resultó herido y aunque era miembro del ejército enemigo, recibió atención médica ya que era necesario interrogarle.

A pesar de sus heridas, el hombre escapó de la enfermería mientras estaba al cuidado de una enfermera rusa llamada Kalina, y se escabulló hasta el bosque donde había ocultado varias cartas que no habían sido entregadas. Cuando Kalina lo encontró, apenas se había arrastrado unos metros en un patético intento por escapar.

A pesar de ser incapaz de comprenderlo, Kalina sabía que el hombre estaba a punto de morir y trató de otorgarle consuelo mientras daba su último aliento y se aferraba a las cartas, hasta que el hombre murió en sus blancas manos.

Guiada más por su lealtad hacia su nación que a su profesión, Kalina entregó las cartas a sus superiores que después de analizarlas, determinaron que no contenían información trascendental por lo que permitieron a la enfermera conservarlas.

Semanas después, luego de que Japón firmara la rendición, terminando así con la guerra, Kalina volvió a su país con las cartas y ya que no podía comprender su idioma, las conservó como un simple recuerdo, hasta que un día, una joven mujer china vestida que hablaba el idioma ruso con fluidez, se presentó en su casa preguntándole directamente por las cartas.

Impresionada por la solicitud de la joven, Kalina de inmediato le preguntó quién era y como sabía de las cartas, a lo que ella le respondió que su nombre era Nara y que venía desde Corea pues después de la invasión de Japón a Manchuria su madre y ella habían tenido que huir ahí a refugiarse y que existía la posibilidad de que alguna de esas cartas hubiera sido escrita por su padre que había muerto durante la guerra, por lo que Kalina no dudó en permitirle leer las cartas, así que le pidió que entrara a su casa, le ofreció café y le mostró las cartas para que las revisara, hasta que finalmente encontró una y la tradujo en voz alta.

¡Espera por la PARTE 2 de “La carta de Manchuria” en nuestro siguiente tomo!


English translation:

In August 1945, shortly before the end of World War II, the Soviet army invaded the Manchuria region in northern China, which had been occupied by the Japanese Empire fourteen years earlier.

During this conflict, a brigade of the Red Army liberated a city where the head of the post office was injured. Although he was a member of the enemy army, he received medical attention, as it was necessary in order to interrogate him.

Despite his injuries, the man escaped from the infirmary while under the care of a Russian nurse named Kalina and slipped away into the forest, where he had hidden several undelivered letters. When Kalina found him, he managed only to crawl a few meters away in a pathetic attempt to escape.

Although she couldn’t understand him, Kalina knew the man was about to die and tried to comfort him as he took his last breath, clinging to the letters until he died in her arms.

Guided more by her loyalty to her nation than to her profession, Kalina handed the letters over to her superiors, who, after analyzing them, determined that they contained no crucial information and allowed the nurse to keep them.

Weeks later, after Japan signed the surrender, thus ending the war, Kalina returned to her country with the letters. Since she couldn’t understand their language, she kept them as a simple keepsake until one day, a young Chinese woman who spoke fluent Russian came to Kalina’s house and directly asked her about the letters.

Impressed by the young woman’s request, Kalina immediately asked who she was and how she knew about the letters. The young woman replied that her name was Nara and that she had come from Korea because, after Japan’s invasion of Manchuria, her mother and she had fled there to seek refuge. She explained that there was a possibility that one of those letters had been written by her father, who had died during the war. Kalina didn’t hesitate to let her read the letters. She invited the Chinese woman into her home, offered her coffee, and showed her the letters so she could go through them until she finally found one and translated it aloud.

Look for PART 2 of “The Manchurian letter” in the next issue!


Julio Balderas es el autor de la Herencia de los Señores de San Roque y Sangre de Chacales.
Él es un escritor siempre en busca de la siguiente historia.

Julio Balderas is the author of Inheritance of the Lords of San Roque and Blood of Jackals. He is a writer always looking for the next story.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

This article is brought to you by El Vuelo Informativo, a partnership between Alcon Media, LLC and Tumbleweird, SPC.