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Estas fechas contienen en su diseño la oportunidad de reflexionar sobre las sensaciones escondidas en los fragmentos de tiempo que suman 365 vueltas al sol. También invitan a la benevolencia y a imaginar un futuro más prometedor, reemplazando el destino inminente con uno mejor. Suelen impulsarnos a encontrar un carácter con el que estemos más conformes, a plantearnos nuevos hábitos y metas, y a sonreír, esperando que la suerte se alinee con nuestros deseos, despertando así un espíritu de lucha inherente al ser humano, aunque a veces apagado por la frustración.
Aun así, nuestro espíritu de lucha se enciende como una vela esperanzadora en los primeros días del año y, a su vez, nos impulsa a motivar a los demás a encender la suya. Les deseamos prosperidad y mandamos abrazos. Sin importar nuestro contexto, religión, situación económica, de salud, amorosa o laboral, anhelamos empezar el año como un lienzo en blanco. Me parece interesante que esta fecha genere una reacción así en tantas personas.
¿Por qué están diseñadas estas fechas de esta manera? Cuando el Papa Gregorio XIII realizó una importante reorganización del calendario, asignando a cada día un número y un mes junto con unos cuantos acontecimientos para conmemorar, la verdad es que estas fechas ya eran herencia de una combinación de culturas que, mucho antes, encontraron el “botón de reinicio”. Desde los egipcios con su celebración al dios Ra, la festividad del Sol Invicto de los romanos, la fiesta del árbol de Yule de los nórdicos, y otras más, esta fecha se afianzó y tomó forma, coronada con la figura de Cristo, quien trajo un mensaje de amor que ha perdurado por más de dos mil años.
La mayoría de estas culturas marcaban el fin del año tomando en cuenta el tiempo de la siembra. Esto es importante porque la agricultura fue el parteaguas que permitió el inicio de lo que hoy llamamos civilización. Fue la razón para que el ser humano, gregario por naturaleza, dejara la vida nómada y se estableciera en un lugar, dando paso a pueblos y civilizaciones venideras que rendían culto a las deidades desde una perspectiva agrícola. Por eso, estas deidades se adoraban con elementos de la cosecha, dejando clara la importancia que tiene para la humanidad el ciclo de vida de las plantas.
En estos tiempos, donde podemos comprar en el supermercado, a veces olvidamos la relevancia de comprender el ciclo completo: saber esperar el tiempo adecuado, arar la tierra, fertilizar, sembrar la semilla en tierra fértil, regarla adecuadamente y a su tiempo, y luego, esperar su crecimiento, cuidando las cantidades de agua y sol, hasta obtener un fruto maduro y comestible.
En esta versión instantánea del mundo, donde solo se agrega agua para hacer sopa o se hace “match” para empezar una relación, donde se juzga a una persona por una acción en lugar de por todas sus acciones, vivimos en un mundo “lego” que se arma y desarma y que se aleja tanto de nuestros inicios, cuando sabíamos sembrar y cosechar. En este proceso hemos olvidado el profundo goce de llevar un asunto de principio a fin con una venia triunfal. Existen jugosos tesoros, llenos de sensaciones, ocultos a los ojos de aquellos que buscan la inmediatez, los cuales se precipitan en cada oportunidad sin atreverse a disfrutar plenamente. La hueca instantaneidad, tan añorada por algunos, es una condena que cobra factura con el tiempo. Pero siempre puedes optar por el camino del esfuerzo y el trabajo constante.
El trabajo duro no se limita a los asuntos económicos; uno trabaja duro en sí mismo, trabaja arduamente como padre, como amigo o como hermano; trabaja en sus pasiones, en sus aficiones, defendiendo sus valores. Trabaja en todo aquello en lo que desea cosechar resultados.
Por supuesto, este tipo de labor pone a prueba el control que uno tiene sobre la impaciencia, porque si en un arrebato mandas el asunto al traste, tú mismo serás el castigado. También desafía tu persistencia, porque generalmente algo se logra después de decenas de horas de práctica, de fallar, de aprender y aplicar lo aprendido, de pasar de ser un novato a una persona confiable.
Sé que este artículo llega a tus manos cuando aún faltan unos treinta días para que el año termine. Mi propósito es que lo leas ahora para que empieces a preparar tu terreno, que lo revuelves y lo fertilices, de modo que cuando llegue el momento de sembrar, el suelo esté listo para dar buenos frutos.
Una buena preparación no viene mal antes de hacer un recuento de los desaciertos del año que quieres evitar, antes de forzarte a ser una mejor versión de ti mismo o de seguir cualquier promesa de cambio instantáneo. Prepara tu tierra: estudia lo que pretendas lograr, observa con curiosidad las acciones de quienes ya han alcanzado lo que deseas, infórmate sobre los posibles obstáculos para estar prevenido, comprende la inmensidad del mundo para encontrar tu lugar en él. Y cuando estés listo, siembra.
Lo que quiero decir es que antes de que leas mi próximo artículo, el especial de fin de año, quiero que logres tener tierra fértil. Antes de que empiece el periodo de siembra, aprovecha estos últimos días del año para remover la tierra y nutrirla, para que así ella pueda pronto alimentarte con triunfos, sensaciones, posesiones, o lo que sea que esté en tu lista de ambiciones secretas.
English Translation:
Dates contain within them the opportunity to reflect on the hidden sensations in the fragments of time that make up 365 trips around the sun. They also invite us to show benevolence and imagine a future that is more promising, replacing the imminent future with a better one. They often push us to seek a character with which we feel more at ease, to set new habits and goals, and to smile, hoping that luck will align with our desires, reigniting a fighting spirit inherent in humans but often dimmed after facing frustration.
Still, our fighting spirit ignites like a hopeful candle at the start of the year, and it encourages us to inspire others to light theirs. We wish them prosperity and send hugs. Regardless of our personal context, religion, economic status, health, love, or work situation, we want to start the year as a blank canvas. I find it interesting that this date brings out such a reaction in so many people.
Why are these dates designed this way? When Pope Gregory XIII made a significant calendar reform, assigning each day a number, a month, and commemorative events, the truth is that these dates were already an inheritance from a combination of cultures that long before had found the ‘reset button’. From the Egyptians with their celebration of Ra, the Romans with the festival of Sol Invictus, and the Norse with the Yule tree festival, among others, this way of assigning dates took root and found its form, crowned by the figure of Christ, who brought a message of love that has endured for over two thousand years.
Most of these cultures marked the end of the year based on planting time. This is important because agriculture was the turning point that allowed for the beginnings of what we call civilization today. It was the reason humans, social by nature, could abandon nomadic life and settle in one place, giving rise to towns and future civilizations that worshiped deities from an agricultural perspective. Thus, these deities were worshiped and adorned with elements of the harvest, showing the importance of the plant life cycle for humans.
Nowadays, where we can buy everything at the supermarket, we often forget the significance of understanding the full cycle — knowing how to wait for the right time, plowing the earth, fertilizing it, sowing the seed in fertile soil, watering it appropriately and at the right times, then waiting for it to grow, while carefully balancing water and sunlight until it produces a mature, edible fruit.
In this instant world we live in — where we just add water to make soup, or ‘match’ to start a relationship, where a person is judged by a single action instead of by the sum of their actions — life has become a ‘Lego world’ that assembles and disassembles, moving far from our roots when we knew how to sow and harvest. In this process, we have forgotten the rich pleasure found in carrying something from start to finish with a triumphant flair. There are juicy treasures, full of a sea of sensations, hidden from those who seek immediacy, who rush to every opportunity without daring to savor them fully. The hollow instant gratification, so sought after by some, is a curse that comes with a price over time. But you can always choose the path of steady, hard work.
Hard work is not limited to financial matters; we work hard on ourselves, we work hard as parents, as friends, as siblings; we work hard in our passions, our hobbies, defending our values. We work in everything in which we wish to reap results.
Of course, this type of work tests our control over impatience, because if in a fit of frustration we throw it all overboard, the penalty is ours alone. It also tests our persistence, because most achievements come after countless hours of practice, of failing, learning, and applying what has been learned — allowing us to progress from novicehood to reliability, and then letting us prove it.
I know this article reaches you with around thirty days remaining before the end of the year. My goal is for you to read it now so you can start preparing your soil: to turn it and fertilize it, so that when the time to sow arrives, it will be ready to produce good fruit.
A good preparation never hurts. Before making a list of the year’s mishaps you want to avoid, forcing yourself to be a better version of yourself, or following any instant promises, prepare your soil: study what you aim to achieve, observe with curiosity the actions of those who have already succeeded, inform yourself of possible obstacles to be prepared for, and understand the vastness of the world so you know how to find your place in it. When you are ready, you will be able to plant.
What I mean to say is that before you read my next article, the year-end special, I want you to achieve fertile soil. Before the planting season begins, use these final days of the year to turn the earth and nourish it so that it can soon feed you with triumphs, sensations, possessions, or whatever is on your secret list of ambitions.
Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.
Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
This article is brought to you by El Vuelo Informativo, a partnership between Alcon Media, LLC and Tumbleweird, SPC.