‘El tótem’ es la introducción — la primera parte a una serie de tres alegorías urbanas enfocadas en el cultivo institucional, las decadencias del sistema, y las organizaciones sin fines de lucro que abundan y forman parte del desarrollo social, económico, cultural, y humanitario de nuestra actualidad. En los estados unidos existen más de un millón de organizaciones benéficas que promueven y luchan distintas causas; es por eso que en la multicultural, en la variedad de estímulos, y en la facilidad con que muchos de estos líderes sociales logran adquirir los financiamientos, existen ciertas facilidades para el abuso, la corrupción, y la manipulación de estas instituciones que endurecen los corazones de los menos afortunados y enriquecen a una minoría rapaz.
Se podía ver en sus rostros los gestos de seres fuera de sí, elevados en ciertas materias, ocupando inalcanzables Olimpos, así: mitológicos mostrándose ante el mundo falsamente inalcanzables, personajes que datan de un pasado lleno de oportunidades, errores, misterios, luchas constantes, y de victorias acompañadas del recelo, trajeados y con miradas que solo logran limitados ver hacia una línea recta al horizonte — que se niegan a sí mismos su preámbulo, sus inicios.
Dicen que un Goliat amado hubiese sido no el enemigo si no la mano derecha del David, incluso un mejor gobernante, pero se le alimentó de dolor, de rechazo, desconfianza, de ego en la grandeza que lo volvió tan distinto a los demás. Es por eso que en las escrituras el gigante fue enemigo; se torno villano. Así están las horas contadas de los grandes que solo en vida tenían como certeza ser en sí mismos y dejaron todo para entenderse, colocarse, nutrirse, para desaparecer.
Es ahí donde los veo siempre desde mi posición: el Borges joven caído del barco, del mismo lugar en distinta línea temporal. Van ciertos años y ellos lo saben, cayendo en la fortuna de haber creado una cueva aristotélica, una campaña exitosa, de tener lugar en la hora y tiempo exacto — y seamos honestos, de una forma tan funcional como algún reloj de engranaje suizo. La corrupción es lo establecido. Ellos lo saben. La vieja escuela los atrajo, venir de un lugar donde es mas sencillo colaborar poco a poco para mantener el pan abundante en la mesa. Pocas presunciones, donde la proeza de la opulencia es la única victoria, la facilidad de obtener de los que ya tienen, de distribuir lo obtenido a quienes lo necesitan, pero poco a poco, segundo a segundo... esa es la agilidad de estas gárgolas petrificadas en la cúspide de la catedral sistemática del país.
¿Y cómo es que esto, lo convierte en una alegoría?
¿Cómo es que esto lo transforma en una idea simplista de algo que se elabora tan detalladamente y que ha permanecido por tanto tiempo? Bueno debo aceptar que para esto, tuve que llegar, tuve que crecer en el lugar de origen de la vieja escuela, donde la doctrina neoliberal, clasista, racista y corrupta nos transforma en lo que somos: una especie llena de ambición, de poca educación y baja autoestima. Deberíamos bajar a esos santos de sus pedestales, la magia endiosada y la narrativa las convierta en su forma original — al Zeus trajeado con mirada altiva, parada con esas ratas cliché — sapos que con solo el beso de una bella princesa podrían convertirse en príncipes también. Aquí no hay tal cosa, el papel del que hablamos está lleno de realidad; y la realidad está fuera de la narrativa y más cercana al realismo mágico explicado en una novela de García Márquez.
La muerte anunciada, un libro que narra la suerte que encuentro con la complejidad del destino.
Llegue de mi viaje por el este y el sur con nuevas amistades, nuevas charlas, y honesta verdad de que cada pequeño grupo tiene su propio mundo. "En lugar de pelear y maldecir," sigamos construyendo dijo el secretario de relaciones exteriores Marcelo Ebrard en ese seminario que participe. "Y ¿cómo cambiar las instituciones?" pregunté sabiendo que la respuesta sería la misma.
“Esas no van a cambiar; desde que nacen con sus líderes siempre serán las mismas. Es por eso que siempre se debe de trabajar por sí mismo en orden de alentar al cambio. Es como levantar una barca esperando que el capitán te deje dirigir... algunos son piratas. Tú deberás crear tu propia nave.”
Al escuchar esto me di cuenta de lo siguiente: nadie quiere líderes en sus dominios; nadie alienta al sucesor completamente al menos que este sea manipulable y jamás una amenaza para lo ya establecido.
Es por eso que me pregunto tanto si es que en este país en verdad existe La Regla de la Claridad, porque siendo sinceros, hay un gran lavadero de capital en toda esta pobreza, en toda esta decadencia que está a la vista de todos. Hay muchas organizaciónes sin fines de lucro que lucra — supuestos servidores públicos que sirve a las compañías privadas, 'líderes sociales' que solo lidera su club privado de lamebotas fieles y cegados por el deseo de lujo.
Hablé con un político local (preservaré su anonimato aquí) que me comentó:
“Señor Homero — y te digo así por el origen de tu nombre, Ulises — estas poderosas hormigas que dominan tu comunidad solo sirven a una pequeña minoría rapaz. Viven de una pobreza que si se llegara acabar se quedarían sin modus vivendi. En pocas palabras, jamás el recurso del gobierno será utilizado con fines de mejorar la comuna, ya que tanto los políticos, empresarios, líderes de culto, y sociales de ciertas organizaciones, quedarían sin plataforma para continuar sus campañas de poder y enriquecimiento. Es así como funciona nuestro país. Es así como funciona nuestro gobierno. Además, así se alimenta del desconocimiento de cómo funciona el sistema.”
Con el hueso rojo y azul del sueño americano, con la división política, con la desinformación, con los secretos, con las amenazas, con una imagen falsa y brillante, las migajas se arrojan desde la mesa hasta el suelo, desde la cima hasta el fondo, desde la mano de estos supuestos líderes de la comunidad que nos dejan solo un poquito de la carne que ya hartos arrojan después de haber comido casi todo por completo.
Así es en esta comunidad y más en la mía — mía comunidad que está llena de la palabra minoría — palabra que describe sólo una descripción analógica, porque de minorías tenemos absolutamente nada en esta comunidad que no sabe lo que acepta, que no sabe que puede recibir aún más y que puede exigir aún más. Dejemos las limosnas, ¡dios mío! Dejemos de darnos el típico pan y agua, dejemos de actuar en este circo. Aquí hay quienes vemos — hay quienes sabemos y callamos, y quienes vemos y usamos las plataformas para para que lo que sabemos se sepa de verdad.
Y como dijo mi buen maestro Facundo Cabral:
“Si los malos supieran lo buen negocio que es ser bueno, serían buenos, aunque sea solo por negocio.”
‘The totem’ is the introduction — the first part of a series of three urban allegories focused on institutional cultivation, the decline of the system, and non-profit organizations that abound and are part of social, economic, cultural, and humanitarian development. of our present. In the United States there are more than a million charitable organizations that promote and fight different causes; that is why in the multicultural, in the variety of stimuli, and in the ease with which many of these social leaders manage to acquire financing, there are certain facilities for the abuse, corruption, and manipulation of these institutions that harden the hearts of the less fortunate and enrich a rapacious minority.
You could see on their faces the gestures of beings outside of themselves, elevated in certain matters, occupying unreachable Olympus, like this: myths showing themselves to the world falsely unattainable; characters that date from a past full of opportunities, mistakes, mysteries, constant struggles, and victories accompanied by mistrust, with looks that only manage to see towards a straight line to the horizon — which is to say, they deny themselves their preamble, their beginnings.
They say that a beloved Goliath would have been not the enemy but the right hand of David, even a better ruler, but he was fed with pain, rejection, distrust, bruised egos regarding the greatness that made him so different from the others. That is why in the scriptures the giant was an enemy; he was made a villain. So, too, the hours of the great ones are numbered — those who, in life, were certain to be only themselves, and left everything they knew to reach a deeper understanding of each other, to get high, to nurture themselves, to disappear.
It is there where I always see them from my position: the young Borges fallen from the ship, from the same place in a different timeline. Certain years go by and they hardly know it, falling into the fortune of having created an Aristotelian cave, of having completed a successful campaign, of being in their exact established place and time — and, let’s be honest, in a way they are as functional as a Swiss clock. Corruption is established. They know it well. The old school attracted them, coming from a place where it is easier to collaborate little by little to keep abundant bread on the table. Few presumptions, where the feat of opulence is the only victory, the ease of obtaining from those who already have, of distributing what is obtained to those who need it, but little by little, second by second… that is the agility of these petrified gargoyles at the top of the country’s systematic cathedral.
And how is it that I turn this into an allegory?
How has this turned into a simplistic idea from something that is elaborated in such detail and has been around for so long? Well, I must accept that for this allegory to exist, I had to arrive. I had to grow up in the place of origin of the old school, where the neoliberal, classist, racist, and corrupt doctrine transforms us into what we are: a species full of ambition, little education, and low self-esteem. We should lower those saints from their pedestals, the deified magic and the narrative having converted them into their original forms — Zeus now in a suit with a haughty look, standing with the rest of those rats that are nothing but a fucking cliché — toads that with just the kiss of a beautiful princess could become princes themselves. There is no such transformation here; the role we are talking about is full of the reality outside the narrative, and closer to the sort of magical surrealism explained in a García Márquez novel.
Death Foretold, a book that narrates the luck I encounter with the complexity of destiny.
I returned from my trip to the seminar in the southeast with new friendships, new talks, and the honest truth that each small group has its own world. “Instead of fighting and cursing, let’s continue building,” said Foreign Relations Secretary Marcelo Ebrard at that seminar. “And how do we change institutions?” I asked, knowing that the answer would be the same.
“Those will not change; since the institutions are born with their leaders, they will always be the same. That is why you must always work from your own position to encourage change. It’s like drifting in someone else’s boat waiting for the captain to let you steer… some of them are pirates. You must build your own ship.”
Listening to this, I realized the following: no one in power wants leaders in their domains; nobody completely encourages their successor unless they are manipulable and never a threat to what is already established.
That is why I wonder if the Principle of Clarity is unknown in this country, because to be honest, there is a great laundering of capital in all this poverty, in all this decadence that is in plain sight. There are so many nonprofit organizations that profit — supposed public servants that serve private companies, ‘social leaders’ who only lead private clubs of faithful bootlickers blinded by the desire for luxury.
I spoke with a local politician (I'll preserve his anonymity here) who told me:
“Mr. Homer — I call you that because of the origin of your name, Ulysses — these powerful ants that dominate your community only serve a small rapacious minority. They live in such poverty, that if it were to end, they would be left without modus vivendi. In a few words, the government resources will never be used for the purpose of improving the community, since politicians, businessmen, cult leaders, and social leaders of certain organizations would be left without a platform to continue their campaigns for power and enrichment. This is how our country works. This is how our government works. Moreover, this is how it feeds upon the lack of awareness about how the system works.”
With the red and blue bone of the American dream, with the political division, with disinformation, with secrets, with threats, with a false and brilliant image, the crumbs are thrown from the table to the floor, from the top to bottom, from the hand of these supposed community leaders who leave us only a little bit of the meat that they already throw away after having eaten almost everything completely.
This is how it is in this community, and even more so in mine — my community that is described with the word minority — a word that is only an analogical description, because we are absolutely not the minorities in this community; but our community does not know what it accepts, and does not know that it can still receive more and that it can demand even more. Let’s leave the alms, my God! Let’s stop giving ourselves only bread and water, stop jumping through hoops. Here, there are those who see — there are those who see and remain silent, and those who see and use their platforms to spread knowledge of what we know, so it can truly be known.
And as my good teacher Facundo Cabral said:
“If the bad guys knew what good business it is to be good, they would be good even if it’s just for business.”
Main image: Totem / Adam Whittier. adamwhittier.com