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Revelando la verdad de los claustro penitenciarios en Latinoamérica, ahora me pronunciaré sobre lo que ocurre dentro de estos que realmente corrompe el sistema. En los medios de comunicación se hace eco y retumban entre las emisoras y los canales de televisión con mayor rating difundiendo como los funcionarios que laboran dentro de los penales ayudan a ingresar algunos víveres, comidas, incluso algunas bebidas embriagantes y dispositivos para la comunicación, pero a esto no se le puede llamar corrupción, tal vez podamos mencionar que este tipo de situaciones están prohibidas en realización, pero yo les cuestionó.

¿Son verdaderamente corruptas?

Desde una perspectiva interna, algunas de estas son solo una ayuda humanitaria, que dado lo riesgosas, pues resulta estás acarrear algún costo logístico. Porque lo que sí es cierto es que dentro de los reclusorios no se come bien, no hay alimentos suficientes y los que hay en muchas ocasiones son insalubres, no aptos para el consumo humano común (para algunos de mis compañeros sus organismos se han adaptado para la ingesta de comida en descomposición). Siendo el hambre una patología existente dentro de los penales. 

 ¿Cómo no hacer todo lo posible para ingresar alimentos dignos?

También si cuestionamos el ingreso de dispositivos tecnológicos es refutable, las leyes mencionan el derecho a la comunicación y si existe la posibilidad de enviar cartas un par de veces a la semana, a veces se pueden apreciar los medios de comunicación masiva como la censurada televisión, pero el acceso a la prensa no es la norma y las llamadas telefónicas son bajo un costo que incluso supera el de las facturas en los más altos estratos sociales. Aquí cabe menciones que en los países desarrollados las llamadas telefónicas son gratuitas, al menos en cierta cantidad tiempo suficiente para dialogar lo esencial con los seres de nuestros afectos.

Es muy discutible que en el siglo XXI donde la pandemia nos enseñó a toda la humanidad que lo presencial no es necesario y que la virtualidad funciona muy bien para desarrollar cualquier actividad, incluso adoptando el aparato judicial la virtualidad para la realización de todas las diligencias judiciales a los cautivos se nos someta a una hibernación cultural, a una privación tecnológica obligándonos a padecer una absurda obsolescencia, terminando nuestros periodos en cautiverio como ancestros descontextualizados de conocedores de la civilización contemporánea, impidiéndonos adaptar fácilmente a los trabajos del futuro.

Ahora bien la verdadera corrupción es aquella que mueve los engranajes del aparato judicial desde sus entrañas, funciona con aquellos servidores del Estado maliciosos que permanecen mucho tiempo en ciertos cargos administrativos sin despertar sospechas por su irrelevancia, en la mayoría se la ocasiones no son funcionarios de altísimo rango, porque estos siempre están bajo la lupa de los medios de comunicación y la fiscalización de todos siendo muy fácilmente sometidos al escarnio público. 

Los funcionarios corruptos sirven a la industria criminal dentro de los penales, son quienes manipulan la estadía de líderes dentro de los penales, son quienes obedecen las directrices de los traficantes del poder dentro del bastión penitenciario con el fin de mantener sus imperios feudales todo como un monopolio. Cada patio dentro de un penal genera ingresos y quien domine cada patio tendrá acceso a un ingreso semanal acaudalado, siempre que este se encuentre con una población bajo cierto control, que es justamente lo que el cuerpo de custodia de un penal requiere. Hay líderes positivos, es innegable, pero en ocasión no es así y cuando esto sucede, éstos se valen del terror para amedrentar la población y los funcionarios sin vocación por el servicio, negligentes e indiferentes, prefieren mirar para otro lado a pesar de las señales silenciosas que un patio manifiesta. 

Los funcionarios corruptos son quienes a través de la recepción de dádivas económicas permiten que ciertos malhechores ostenten el poder, permitiendo que éstos obtén a su antojo destruyendo las vidas de los aherrojados comunes, pisoteando su dignidad, arrebatado su tranquilidad y convirtiendo el paso de las personas por el penal en un martirio o incluso en la esclavitud. 

También me he encontrado con funcionarios de alto rango quienes creen tener una carrera perfecta y que intentan ocultar las patologías y los flagelos de los privados de la libertad y las instituciones a su cargo, quieren hacer parecer ante los medios de comunicación y sus superiores que allí donde ellos ostenta el poder nada fuera de lo promedio sucede, pero siendo yo un habitante consciente de las vulneraciones existentes en mi entorno he logrado pronunciarme poniendo en evidencia actuaciones de esta índole que han repercutido en mi sometiéndome al desplazamiento forzoso, a conflagraciones violentas que han vulnerado mis derechos, a la intimidad, a la privacidad, a mi dignidad, a mi buen nombre, a mi salud e incluso afectándome de manera violenta en mi integridad. 

Puedo concluir que la corrupción que en los medios de comunicación más difundidos se enseña, solo resulta ser una cortina de humo, un poco de ese morbo que la sociedad reclama para hacerles creer que se hace justicia, que si se actúa para con contundencia para revelar los secretos de los penales donde se celebran festividades y que de esta forma se combate la complicidad criminal de los funcionarios, ya demostrado que las corruptelas verdaderamente latentes son aquellas que existen allí ocultas detrás del silencio de esos muros, donde los cautivos existen aterrorizado sin poder mencionar que en algunos espacios un tirano se regodea, mientras enseña una falsa máscara al director del establecimiento sustentada en el presunto control que allí ejerce donde no existe nada de respeto sino simplemente miedo. 


ENGLISH TRANSLATION

Revealing the truth about the penitentiary cloisters in Latin America, I will now speak about what really corrupts the system inside these places. The media echoes and resonates across radio stations and the highest-rated TV channels, spreading how the officials working in the prisons help smuggle in food, beverages, alcohol, and communication devices. But we cannot call this corruption. Perhaps we can say that such actions are prohibited, but I ask you:

Are they truly corrupt?

From an internal perspective, some of these are merely humanitarian aid, which, due to the risks involved, naturally incur logistical costs. What is undeniably true is that inside prisons, people do not eat well; there is insufficient food, and what is available is often unsanitary, unfit for regular human consumption (although some of my companions have adapted to eating rotting food). Hunger is a very real pathology within prisons.

How could anyone not do everything possible to bring in dignified food?

If we also question the smuggling of technological devices, this is refutable. Laws state the right to communication, and if there is a possibility to send letters a couple of times a week, sometimes mass media such as censored television can be seen; but access to the press is not the norm, and phone calls come at a cost that even surpasses the bills of the highest social strata. It’s worth noting that in developed countries, phone calls are free, at least for a sufficient amount of time to discuss essential matters with our loved ones.

It is highly debatable that, in the 21st century — where the pandemic has taught us all that physical presence is not always necessary and virtuality works well for carrying out various activities (even the judicial apparatus has adopted virtuality for legal proceedings) — we, the captives, are subjected to a cultural hibernation, a forced technological deprivation, making us suffer an absurd obsolescence. By the time our sentences end, we are like ancestors detached from contemporary civilization, making it difficult to adapt to the jobs of the future.

Now, the true corruption lies in the gears of the judicial apparatus, manipulated from within by malicious state officials who remain in certain administrative positions for long periods without arousing suspicion due to their apparent irrelevance. Most of the time, they are not high-ranking officials, because these individuals are always under the scrutiny of the media and subject to public accountability, making them easy targets for public scorn.

The corrupt officials serve the criminal industry within the prisons. They manipulate the stay of prison leaders, following the directives of the power brokers within the penitentiary strongholds to maintain their feudal empires as monopolies. Each prison yard generates income, and whoever controls the yard will have access to a weekly fortune, as long as it is under a certain level of control — precisely what the prison guards require. There are positive leaders, that’s undeniable, but sometimes it’s the opposite. When this happens, these leaders use terror to intimidate the population, and negligent, indifferent officials with no commitment to their duties prefer to look the other way, despite the silent signals a yard manifests.

Corrupt officials, through the acceptance of economic bribes, allow certain wrongdoers to wield power, letting them do as they please and destroy the lives of ordinary inmates. They trample on their dignity, strip away their peace, and turn their time in prison into slavery, or even martyrdom.

I have also encountered high-ranking officials who believe they have had a flawless career and attempt to hide the pathologies and abuses within the prisons they oversee. They try to present to the media and their superiors that nothing out of the ordinary happens where they hold power. But as a conscious resident of the violations in my environment, I have spoken out, exposing actions of this kind — which has resulted in me being subjected to forced displacement; violent conflicts that have violated my rights to privacy, dignity, reputation, and health; and even severely affected my physical integrity.

I can conclude that the corruption portrayed in mainstream media is nothing more than a smokescreen, a little bit of that sensationalism that society craves to make them believe that justice is being served, that action is being taken to reveal the secrets of the prisons where celebrations take place, and that criminal complicity among officials is being fought. But it has already been proven that the truly latent corruption is hidden behind the silence of these walls, where captives exist in terror, unable to mention that in some areas, a tyrant revels in their power while showing a false face to the prison director, sustained by the supposed control they claim to exercise, where there is no respect — only fear.


Les invito a visitar mis redes sociales en Instagram, Facebook, y X, donde podéis encontrarme como @‌ArKidWhite. También les extiendo una invitación a leer mi libro Caos disponible en Amazon en el siguiente enlace: https://a.co/d/7GO0Nlk. Y por último quiero acudir a su apoyo para ayudarme a publicar mi segundo libro contribuyendo a mi crowdfunding: https://gofund.me/44eef4b8.

 

I invite you to visit my social media on Instagram, Facebook, and X, where you can find me as @‌ArKidWhite. I also extend an invitation to read my book Chaos available on Amazon at the following link: https://a.co/d/7GO0Nlk. Lastly, I ask for your support in helping me publish my second book by contributing to my crowdfunding: https://gofund.me/44eef4b8.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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