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¿Tú también sientes con el estómago? Parido por el cosmos, soy poseedor de parte de él, es para mi antojo y capricho.
Mi existencia se remonta a los albores siderales, a veces anido en algún agujero negro o un pulsar, lo hago cuando lo considero necesario, me resguardo para descansar o para ocultarme y salgo a jugar hasta que he reunido de nuevo mis más cáusticas intensiones. Cuando me materializo, me deslizo por el universo causando pavor, mi tamaño es seis veces su planeta, mi cabeza causa terror pues al abrir mis fauces se desprenden cientos de tubos delgados, parecidos a serpientes color blanco que eyecta ácido, este se suele encender con facilidad, pero aun si no lo hace, derrite cada objeto con el que tiene contacto. Mis ojos nunca están en el mismo lugar y nunca son la misma cantidad, los voy acomodando según los necesite excepto uno de ellos, el más grande, ese siempre está en mi cabeza alumbrando mi camino pues despide luz como un astro, quienes lo han visto enloquecen.
Mi piel está cubierta de cientos de filosas puntas transparentes, muy largas delgadas; despiden una luz tenue, rutilante, a veces se mueven tanto que no dejan apreciar mi forma, pues serpentean dispersas, pero ya cuando estoy haciendo lo mío son como látigos; azotan, apresan o inyectan veneno, estas puntas me vuelven identificable y cuando a lo lejos se aprecian en el cielo, siento como va naciendo terror.
Mientras el veneno va saliendo, se prende como lava, lo que genera un pavorifico espectáculo visual pues se puede apreciar cómo estas se encienden.
Si estoy siendo sigiloso pueden dejarse atravesar por la luz, lo que me vuelve casi transparente, así los espectadores/víctimas, pueden ver un espectro acercarse, sienten mi presencia así que guardó un minuto de silencio observando como su atención está fija en el ambiente y luego, las enciendo y comenzó a juga Cubro con viscoso veneno porciones enteras del universo, voy petrifican lentamente el centro de algún planeta que esté habitado y cuando he sembrado pánico, lanzó por las fauces un sonido único, bellísimo, paralizante, un único y largo silbido grave que al escucharlo impide pensar, sentir o moverse siquiera. Siembro caos y despacio voy estallando a sus habitantes. He devorado civilizaciones y planetas gozando del sufrimiento ajeno.
Una sensación incomprensible para quienes conocen la muerte, podría decirse que mi momento favorito es cuando dejo tan agotado a un ser que pretende quedarse detenido y reemplazar sus recuerdos, justificar lo que ha sufrido y encontrar “el lado positivo” Nada más que un consuelo. Me gusta el momento en el que comienzan a llamar paz a una tranquilidad engañosa que nos otorga la ausencia de poder. Gozo su derrota, o la gozaba antes de conocerla a ella.
Recuerdo más de una raza poderosa que logré exterminar, me retaban y yo los llevaba al abismo, un lugar alejado del cosmos conocido, muchos de ellos siguen ahí hasta estos días. Me han atrapado, sí, pero es pasajero, además son pocos los que lo han logrado. Pero fue así como comenzó todo, cuando estaba cautivo.“Antes”, una palabra muy interesante que usare para poderme dar a entender;
Antes de conocerla, esto era todo, un espectáculo que me nutría de cada sensación que yo necesitaba.
Antes... ¿Perder? He tenido un acercamiento a la sensación, es ese momento cuando sientes la ausencia del futuro. Futuro; Imagenes cautelosamente formadas a base de deseos, imágenes hechas de decisiones, que dirigen cada una de las acciones pequeñas y grandes que rigen tu vida como una orden, imágenes que tienen suficiente autoridad para actuar por inercia, la inercia de deseos que se han ido tejiendo en imágenes borrosas de lo que podría definirse como gloria Es cuando estas imágenes se quiebran que llegamos a ese sitio peor que la muerte, cuando dejamos de ser, entonces se vuelve una búsqueda de estabilidad, cobran importancia actividades y objetos que nos llenan de momentos de gozo que aun cuando adormecen los dolores, siguen sin ser futuro.
Pero ¿Cómo ha sido que llegué a acercarme tanto a ustedes? Diversión quiza, era divertido ver a una persona demente abrir un portar interdimensional. Hacia tanto que alguien no le prestaba atención a los conjuros de magia antigua que llamo mi atención de inmediato y yo que purgaba un castigo de exilio tras haber sido cazado por una multitud de guerreros, estaba atrapado, aburrido, con ganas de tener un poco de libertad. Esperando que el tiempo hiciera lo suyo. Ya había tenido unas cuantas experiencias con portales interdimensionales, había hecho lo mismo que hacía de este lado.
Algunos de los que me habían invocado pensaban que era un demonio o un dios, alguna vez me apodaron “el gran coleccionador” por mi necedad de despojarlos de sus anhelos y guardarlos para mi. Mis poderes cambiaban dependiendo de la dimensión en la que me encontraba, recuerdo alguna vez que logré extraer y materializar sus deseos en pequeñas bolas de energía, recuerdo que las junté en el centro y soplé para que estas se dispersaran.
Ellos presurosos corrieron tras ellas y al ver que no las podían alcanzar empezaron a suplicar, luego empezó la violencia, algunos mataban a sus congéneres y otros se mataban a sí mismos, todo un espectáculo. Así que cuando ví el portal captó mi interés, primero sentí un poco de energía, una diminuta fuente de calor, me acerque a ella aun cuando el movimiento me resultaba imposible y despacio casi sin aliento vi a un hombre.
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English translation:
Do you also feel with your stomach? Born from the cosmos, I possess a part of it — it is mine to indulge and shape at my whim.
My existence dates back to the dawn of the cosmos. At times, I nest in a black hole or a pulsar — whenever I deem it necessary. I take refuge to rest or to hide, only to emerge once more when I have gathered my most caustic intentions.
When I materialize, I glide through the universe, striking fear in my wake. My size is six times that of your planet. My head is a harbinger of terror, for when I open my jaws, hundreds of thin, white serpent-like tubes extend, ejecting acid. This acid easily ignites, but even if it doesn’t, it melts everything it touches. My eyes are never in the same place, nor are they ever the same number — I rearrange them as needed, except for one: the largest. That one always remains on my head, lighting my path like a celestial body. Those who have gazed upon it have lost their minds.
My skin is covered in hundreds of long, thin, transparent spikes that emit a faint, shimmering glow. At times, they move so wildly that my true form remains obscured, as they writhe and disperse. But when I set to my task, they become like whips — striking, ensnaring, or injecting venom. These spikes make me unmistakable, and when they are seen flickering in the distant sky, I can feel the terror begin to take root.
As the venom seeps out, it ignites like lava, creating a terrifying visual spectacle as the flames consume it. If I choose to be stealthy, the spikes can let light pass through them, making me almost transparent. This allows the spectators — my victims — to see only a ghostly figure approaching. They sense my presence, so I hold a moment of silence, watching as their attention becomes fixated on the air around them. Then, I ignite them and begin to play.
I coat entire portions of the universe with viscous poison, slowly petrifying the core of any inhabited planet. And when I have sown enough panic, I release from my jaws a singular, mesmerizing, paralyzing sound — a deep, prolonged hiss that, upon hearing it, renders thought, emotion, and movement impossible. I sow chaos and gradually begin to shatter the planet’s inhabitants.
I have devoured civilizations and planets, relishing in their suffering — an incomprehensible sensation for those who understand death. Perhaps my favorite moment is when I drain a being so thoroughly that it chooses to remain still, to rewrite its memories, to justify its suffering, to find ‘the bright side’. Nothing but a hollow comfort. I savor the moment when they begin to call a deceptive stillness ‘peace’, when they embrace the illusion that comes from their loss of power. I revel in their defeat — or at least, I did before I met her.
I remember more than one powerful race that I managed to exterminate. They challenged me, and I dragged them into the abyss, a place far beyond the known cosmos. Many of them remain there to this day. Yes, I have been captured before — but only briefly, and by very few.
And that is how it all began — when I was held captive.
“Before”— an interesting word, one I will use to make myself understood.
Before I met her, this was everything. A spectacle that fed me with every sensation I craved.
Before... Losing? I have come close to the sensation. It is that moment when you feel the absence of the future.
“Future”— carefully crafted images born of desires, shaped by decisions, guiding every small and grand action that governs your life like an unyielding command. Images with enough authority to move you by sheer inertia — the inertia of desires woven into blurred visions of what could be defined as glory. When these images shatter, we reach a place worse than death. When we cease to be, the search for stability begins. Suddenly, activities and objects that fill us with fleeting moments of pleasure gain importance. Though they numb the pain, they are still not the future.
But how did I come so close to you?
Perhaps for fun. It was amusing to watch a madman open an interdimensional portal. It had been so long since anyone paid attention to the ancient spells of magic that it immediately caught my interest. And I, who was serving an exile sentence after being hunted by a horde of warriors, was trapped, bored, craving even a taste of freedom, waiting for time to take its course.
I had already had a few experiences with interdimensional portals. I had done the same thing on the other side.
Some of those who summoned me believed I was a demon or a god. Once, they called me "The Great Collector" for my relentless obsession with stripping them of their desires and keeping them for myself. My powers changed depending on the dimension I was in. I remember once extracting and materializing their desires into small spheres of energy. I gathered them at the center and blew, scattering them into the void.
They rushed after them, but upon realizing they could not reach them, they began to beg. Then came the violence — some killed their own kind, while others took their own lives. A spectacle in every sense.
So, when I saw the portal, it caught my interest. At first, I felt a faint energy, a tiny source of warmth. I moved closer, even though movement seemed impossible for me. Slowly, almost breathless, I saw a man.
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Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.
Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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