La carta de Manchuria – Segunda parte / The Manchurian Letter – Part Two

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Lea la PRIMERA PARTE de “La carta de Manchuria”: tumbleweird.org/la-carta-de-manchuria 

Desde que la enfermera Kalina había regresado a Rusia poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se había esforzado por alejarse de todo lo que pudiera estar relacionado con la guerra, pero la visita de Nara pidiéndole ver las cartas que había traído desde Manchuria, la obligaron a plantearse un sinfín de preguntas que inevitablemente le recordaron todo el sufrimiento que tuvo que ver durante la guerra.

Kalina comenzó a recordar detenidamente cuando el jefe de la oficina de correos en Manchuria trató de escapar con las cartas pero murió en sus brazos antes de logarlo y ella se las entregó a sus superiores pensando que era lo correcto y que al considerar que no contenían información relevante, le permitieron conservarlas ¿Sería que sus superiores no supieron interpretar algún mensaje oculto en esas cartas?

Kalina desearía haber entendido el idioma del jefe de la oficina de correos cuando le habló antes de morir, entonces, recordó que una de sus compañeras hablaba un poco de chino y sin dudarlo, fue a buscarla al hospital donde le contó que trabajaba antes de ser reclutada por el ejército rojo. Por suerte, al llegar al nosocomio no tuvo dificultades en encontrarla, su reencuentro fue amable aunque frío, así que Kalina fue directa y le explicó lo ocurrido con las cartas y la sorpresiva visita de la joven asiática con la excusa de buscar una de su padre.

Su compañera coincidió con ella en la incongruencia del mensaje leído por Nara acerca de contemplar un amanecer durante el invierno en una parte del mundo donde las noches duraban meses, así como la discrepancia entre sus nombres y sus nacionalidades ya que tanto Nara como Junkio eran nombres japoneses.

La antigua compañera de Kalina accedió a visitarla en la noche para revisar las cartas, cuando llegó, le ofreció un café y con rapidez le mostró el resto de ellas, pero desafortunadamente sus conocimientos del idioma no fueron suficientes para traducirlas en su totalidad y únicamente fue capaz de interpretar algunas palabras y frases incompletas.

Poco antes de retirarse, su compañera obligó a Kalina a plantearse una pregunta que ella aún no se había hecho ¿Cómo supo Nara dónde encontrarla y por qué sabía que ella tenía las cartas? Lo que provocó en Kalina una sensación de temor y paranoia que la obligaron a pasar esa noche en vela.

Al día siguiente, Kalina se repetía una y otra vez que lo que sea que Nara buscaba, ya lo había conseguido y que no debería tener motivos para volver, sin embargo, esa misma tarde, cuando casi se había convencido a sí misma de que no corría ningún tipo de peligro, su antigua compañera tocó a su puerta mostrándose sumamente alterada, entonces, le dijo que al regresar a su casa había revisado algunos libros y que se había dado cuenta de que no había interpretado bien una palabra que se mencionaba constantemente en las cartas, pues la palabra charlatanes, aunque sí se refería a las aves traducidas al ruso, el nombre de estas era diferente en chino, por lo que al hablar de ellas, se refería a personas que no hablaban con la verdad, pero lo que realmente preocupaba a la enfermera era que desde que había salido de su casa la noche anterior, tenía la sensación de que alguien la seguía, por lo que Kalina le ofreció asilo esa noche.

Apenada y preocupada por haberla involucrado en esa situación, Kalina ofreció a su compañera dormir en la recámara principal donde estaría más cómoda y ella dormiría en la habitación que ocupaba como estudio donde tenía un sillón bastante cómodo y donde conservaba una vieja pistola que había pertenecido a su padre y que nunca aprendió a recargar, mucho menos a disparar.

Únicamente el efecto de una poderosa píldora le permitió a su compañera conciliar el sueño, mientras Kalina se resignó a pasar otra noche con insomnio; pero decidida a informar a primera hora de lo sucedido a quienes habían sido sus superiores durante la guerra y entregar a ellos las cartas y así librarse de ellas.

Por la mañana, cuando su compañera apenas despertaba, Kalina ya tenía listo el desayuno y estaba vestida, lista para salir en cuanto la viera, pero ella no quiso quedarse sola y le pidió que la esperara para acompañarla a las oficinas del mando militar, en cuanto llegaron notaron el ajetreo propio de una oficina en la post guerra hasta que finalmente fueron atendidas por un soldado a quien le pidieron hablar con el comandante que fue su superior en Manchuria, aunque el rostro del soldado casi permaneció inmóvil, sus ojos no pudieron ocultar sorpresa y les pidió en tono enérgico que esperaran más tiempo, después de varios minutos que parecieron interminables, el soldado regresó acompañado por un teniente que les habló en un tono igual de enérgico diciéndoles que el comandante al que buscaban había muerto recientemente, entonces, las explicaciones de su visita no se hicieron esperar, pero el teniente no quiso escucharlas y se negó a recibir las cartas.

Decepcionadas y sin más opciones, volvieron a casa de Kalina planteándose más preguntas que antes, pero al entrar, se dieron cuenta de que pronto recibirían explicaciones, pues Nara las esperaba acompañada por su padre, Junkio, quien sostenía una pistola con una mano y extendía la otra, haciendo un además para que le entregaran las cartas.


 English translation:

Read PART 1 of “The Manchurian letter”: tumbleweird.org/la-carta-de-manchuria 

Ever since Nurse Kalina had returned to Russia shortly after the end of World War II, she had made every effort to distance herself from anything related to the war. But the visit from Nara, asking to see the letters she had brought from Manchuria, forced her to confront countless questions that inevitably reminded her of all the suffering she had witnessed during the war.

Kalina began to recall, in detail, when the head of the post office in Manchuria had tried to escape with the letters but died in her arms before he could make it, and how she had handed them over to her superiors, believing it was the right thing to do. Since the letters didn’t seem to contain any relevant information, her superiors had allowed her to keep them. But now she wondered, could it be that her superiors had missed some hidden message in those letters?

Kalina wished she had understood the language of the post office head when he spoke to her before dying. Then she remembered that one of her colleagues spoke a bit of Chinese, and without hesitation, she went to find her at the hospital where she had worked before being recruited by the Red Army. Fortunately, when she arrived at the hospital, she had no trouble finding the former colleague. Their reunion was cordial but cold, so Kalina got straight to the point, explaining what had happened with the letters and the surprising visit from the young Asian woman who claimed to be looking for a letter from her father.

Her colleague agreed with her about the inconsistency of the message read by Nara about watching a sunrise during winter in a part of the world where the nights lasted for months, as well as the discrepancy between their names and nationalities, since both Nara and Junkio were Japanese names.

Kalina’s former colleague agreed to visit her that night to review the letters. When she arrived, Kalina offered her coffee and quickly showed her the rest of the letters; but unfortunately, the colleague’s knowledge of the language wasn’t enough to fully translate them. She could only make out a few words and incomplete phrases.

Before leaving, her colleague raised a question Kalina hadn’t yet considered: How did Nara know where to find her, and how did she know that Kalina had the letters? These questions triggered a sense of fear and paranoia in Kalina, causing her to stay up all night.

The next day, Kalina kept telling herself over and over that whatever Nara had been looking for, she had already found, and there was no reason for her to return. However, that same afternoon, when Kalina had nearly convinced herself that she was no longer in any danger, her former colleague knocked on her door, visibly shaken. She explained that after returning home, she had reviewed some books and realized that she had misinterpreted one of the words that kept appearing in the letters. The word ‘charlatans’, though it did refer to birds when translated into Russian, had a different meaning in Chinese. The word ‘charlatans’ also referred to people who did not speak the truth. But what really concerned the nurse was that ever since she had left Kalina’s house the previous night, she had had the unsettling feeling that someone was following her. Kalina offered her colleague asylum for the night.

Feeling worried and ashamed for having involved her friend in the situation, Kalina offered her the main bedroom for a more comfortable rest, while she slept in the room she used as an office. There, she had an old sofa and kept a gun that had belonged to her father, though she had never learned how to reload it, let alone fire it.

Only the effect of a powerful pill allowed her colleague to fall asleep, while Kalina resigned herself to another sleepless night. She was determined to inform her former superiors about what had happened and hand over the letters first thing in the morning, finally ridding herself of them.

By morning, when her colleague was barely waking up, Kalina had already prepared breakfast and was dressed, ready to leave as soon as possible. But her colleague didn’t want to stay alone, so she asked Kalina to wait until she was ready, so they could both go together to the military command offices. When they arrived, they observed the usual post-war bustle; and after waiting a while, they were finally seen by a soldier. They asked to speak to the commander who had been Kalina’s superior in Manchuria. Though the soldier’s face remained mostly expressionless, his eyes couldn’t hide his surprise, and in a stern tone, he asked them to wait a little longer. After a seemingly endless amount of time, the soldier returned, accompanied by a lieutenant who spoke to them in an equally stern tone, informing them that the commander they were looking for had recently died. They quickly explained the reason for their visit, but the lieutenant didn’t want to hear them and refused to accept the letters.

Disappointed and with no other options, they returned to Kalina’s home with even more questions than before. But as they entered, they realized they wouldn’t have to wait long for answers. Nara was there, waiting for them, accompanied by her father, Junkio, who held a gun in one hand and extended the other, signaling for them to hand over the letters.


Julio Balderas es el autor de La Herencia de los Señores de San Roque y Sangre de Chacales. Él es un escritor siempre en busca de la siguiente historia.

Julio Balderas is the author of Inheritance of the Lords of San Roque and Blood of Jackals. He is a writer always looking for the next story.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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