La Calma. / The Calm.

Photo by Jeremy Bishop on Unsplash

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Hay cosas que cuestan tiempo y dinero. Hay cosas que tienden a tener un decrecimiento sereno, y hay acciones que ameritan pausas, aunque no sean deseadas o se piensen como negativas. Serge Latouche, en su libro Pequeño tratado del decrecimiento sereno, menciona una idea que he traducido: en el pensamiento común de una sociedad que se desarrolla mediante el consumo y la producción, la quietud o desaceleración de los procesos es sinónimo de negatividad. Se habla de catástrofe socioeconómica y política, y de una causa y efecto tan elaborado que llega a asustar la idea de que el mundo recurra a un descanso (algo inadmisible).

En esta misma idea de Serge Latouche, envuelvo mi pensamiento y razón en una teoría que hemos venido experimentando, comprobando una que otra alternativa de la desaceleración y la tendencia estadística de que todo es inestable porque todo es inevitablemente cambiante. De la transformación de la realidad y la aceptación, llega a mí el pensamiento profundo de que la pausa no es detenerse y quedar inmóvil por lo tanto inservible, como se describe en el medio de producción. La pausa, que mayormente sucede en los humanos, animales o situaciones, es una acción de recarga, repuesto, acomodo, cálculo, análisis, seguida de una acción aún más poderosa que la anterior.

El detonante.


A un milisegundo antes de la explosión habita un silencio seguido instantáneamente de un estruendo, transmutando todo a su alrededor. El jaguar suelta sus músculos y avanza solo lo necesario, deteniéndose para tensar, observando su presa y usando la fuerza necesaria, salta y aniquila. Respira, piensa y actúa. Esto puede durar un segundo, un minuto, un día, incluso una década. Un tsunami es antecedido por la retracción de las costas debido a un movimiento telúrico profundo. En Japón, se hablaba de este fenómeno derivado de Ryūjin, un dragón que controla las mareas y los oleajes pero que descansa en las profundidades inmóvil. Pero Ryūjin es poderoso y se encuentra en el alma, así como el alma es un ser de aguas profundas, así arranca la historia de la siguiente oleada.


El deber, el honor y la verdad.

静かな海

波のささやき
満月の光
突然の轟音

波が岸を襲う 

Un mar tranquilo

Susurro de las olas

Luz de luna llena

Rugido repentino

Las olas atacan la costa


— Autor desconocido

Ahora que he respirado lo suficiente guardando silencio, el mar de mi corazón está a punto de convertirse en tsunami. La tristeza que me hundía causó en mí un deseo de pausar para observar nuevamente el camino recorrido y dejar de recorrer lo que ya está construido. El camino que se hace al andar es sin duda una razón más del porqué la pausa es necesaria. Hemos trabajado ya 1 año y 4 meses en este proyecto que me obliga a aprender constantemente, desprendiéndome de personas e ideas como el mar que arroja lo que no pertenece a él. Las náuseas, la tristeza de entender que incluso aquí se corre el riesgo de sentir asco por individuos que usan su poder y su condición para establecer un régimen lleno de ataques, mentiras, ilegalidades, y así acumular riquezas, fama e impunidad. El asco de saber que estos individuos han aprovechado, por el paso de los años, la ignorancia de los que les rodean para solidificar un imperio de subvenciones y construir un monumento de su imagen altruista y sin mancha.

Sin dejarme inundar de pasión, voy a describir la teoría que es una historia ficticia y que puede ser atinada o no a la de algún individuo que practique el hábito de la maldad enmascarada.

Joven llegué a este lugar lleno de gente extraña como yo. Coloqué mis primeros pasos en tratar de ser mejor, pero aún era muy joven para romper totalmente con las cadenas a las cuales fui atado siendo muy pequeño: mañas, comportamientos, pensamientos y deseos juntos en un mismo caldero. Llegué a comprender que la chispa de no obtener lo que merecía me hacía andar y ser hábil para engañar. Así que, siendo todo un don Juan de la palabra, coloqué poco a poco mi ser en lugares donde sabía qué decir, y así, entre buscar la persona adecuada y pisotear a los que se opusieron a mi destino, fui subiendo de nivel en este sistema opresor. Funcionó, ya que mi mentira estaba llena de algo de verdad. No se puede siempre ser solo una cosa porque tal vez soy un poco guerrillero, y sí, fui víctima de la realidad por tantas cosas que nunca pude comprender. 

Amé, llegué, me fui y me opuse también con fuerza para aprender que tarde o temprano se logra con paciencia lo que se espera. El tiempo pasa, y acumulando el polvo de los años decidí rodearme de jóvenes que buscan su profeta, y ahí nuevamente construí fuerza para continuar. Porque cuando comencé sabía con fe que algo quería lograr, quería llegar a algún lugar o sentir algo que aún desconozco, pero sé que a cada paso estoy muy cerca.

Describe Eduardo Galeano en una entrevista que marcó mi adolescencia: “La búsqueda de la utopía es una búsqueda personal.” Esa ingrata utopía que se encuentra en el horizonte y que al acercarme diez pasos, esta misma se aleja diez pasos más. ¿De qué sirve? Bien dicho está: la utopía sirve para caminar. Tal vez unos caminamos con ideales y con honor distinto a otras personas que caminan con ideales y honor hacia otra utopía distinta. Pero, ¿y si es en esta utopía donde se pierde todo sentido de lo que se camina y se usa con un fin tan banal como lo es el poder, la fama y el dinero? O simplemente porque se ha visto totalmente desnudo ante el espejo que es la juventud y esta nos ha mostrado que avanzamos por el tiempo sin detenernos lo suficiente, y avanzamos esperanzados a que podríamos simplemente ganarle un solo paso a la utopía que en lugar de diez solo se aleja nueve. Y esta utopía es ese sentimiento de vacío que buscamos y pensamos que cesará al alcanzar el máximo de victorias cortas. 

Por ende, no existe afinidad para detenerse a sentir alguna paz, y si es así y la alquimia espiritual no falla, entonces se condena al alma a caminar eternamente en este deseo, tal vez naciendo nuevamente para re-experimentar la humanidad, o en algún tipo de ente que danza entre paredes y objetos. Así, ese ser que camina para alcanzar la cima de algo que va incluso en contra de la persuasión del alma se perpetúa tanto en sí mismo y en su deseo de honor de siglos y monumentos, no logra comprender que hay que detenerse para no lograr ser eterno. Que la historia no se escribe para uno sino para los demás, y que por mucho que se acumule o se crea que se acumula y se camine, o se pise o se avance, esto jamás logrará perdurar tanto ni en las manos de los descendientes directos que suelen siempre romper con las cadenas de las almas en pena que suelen ser estos antepasados, convirtiéndose en tristezas y temores, traumas y máscaras de acciones incomprendidas, heredando utopías lejanas e inalcanzables. 

La pausa ayuda a recuperarse, a saber cuándo soltar el mando, a dejar de querer matar al escritor que escribe lo que ve y que tú has dejado de observar por estar ciego de poder y reconocimiento. Pausar también ayuda a expresar de mejor manera lo que uno puede mejorar, sin sentir vergüenza de admitir que tal vez por alguna razón se dejó de estar bien del todo porque al final no se es tan completo. 

La reflexión de detenerse nace de mi último encuentro con alguien que lo primero que me dijo fue lo que sé que quiero escuchar, pero al no sonreírle, su manera de defensa fue decir, “Si usted quiere, nos agarramos a golpes allá afuera o a balazos, como usted guste.” Una tristeza ver que nuestras organizaciones de lucha son bancos personales de inversión y están ocupadas por individuos llenos de ignorancia y valor falso. Este escrito no es para él; de ninguna manera me atrevería a dedicarle mi más preciado arte, pero sí nació por esta acción que me pone a pensar, ¿de qué tipo de gente se rodean nuestros líderes locales? Les invito a estos seres a estudiar, leer algún que otro libro, a dejar su orgullo y su falso valor para en realidad comprender lo que es la lucha, a que tengan más calma y usen sus oportunidades para crecer su intelecto y su espíritu. O pueden retirarse a sus hogares y dejar el trabajo comunitario a quienes entienden el concepto de construir la comunidad sin esperar nada a cambio.


Sep The Calm
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Narrated by Matt Davies Voiceover

English translation

Some things cost time and money. Some things tend to have a serene decline, and some actions merit pauses, even if they are not desired or thought of as negative. Serge Latouche, in his book Small Treatise on Serene Decline, mentions an idea that I paraphrase thusly: In the common thought of a society that develops through consumption and production, stillness or deceleration of processes is synonymous with negativity. We speak of socioeconomic and political catastrophe and a cause and effect so elaborate that the idea of the world taking a break becomes frightening (something impermissible).

In this same idea of Serge Latouche, I wrap my thoughts and reason in a theory that we have been experiencing, testing this or that alternative of deceleration and the statistical tendency that everything is unstable because everything is inevitably changing. From the transformation of reality and acceptance comes to me the deep thought that to pause is not to stop and remain immobile and therefore useless, as described in the production environment. The pause that mostly happens in humans, animals, or situations is an action of recharging, replacement, arrangement, calculation, and analysis, followed by an even more powerful action than before.

The trigger. 

A millisecond before the explosion, there is a silence followed instantly by a roar, transmuting everything around it. The jaguar releases its coiled muscles and advances only as necessary; stopping to tense, it observes its prey, and using the necessary force, it pounces and annihilates. Breathe, think, and act. This can last a second, a minute, a day, or even a decade. A tsunami is preceded by the retraction of the coasts due to a deep tectonic movement. In Japan, this phenomenon was talked about, derived from Ryūjin, a dragon that controls tides and waves but rests in the depths, immobile. But Ryūjin is powerful and is found in the soul, just as the soul is a being of deep waters; thus begins the story of the next wave.

Duty, honor, and truth.

静かな海

波のささやき

満月の光

突然の轟音

波が岸を襲う 

Calm sea

Whisper of the waves 

Full moon light
Sudden roar
Waves hit the shore 


—Author unknown

Now that I have breathed enough, keeping silent, the sea of my heart is about to become a tsunami. The sadness that sank me caused in me a desire to pause, to observe the path traveled again, and stop walking through what has already been built. The path that is made by walking is undoubtedly one more reason why the pause is necessary. We have already worked one year and four months on this project that forces me to constantly learn, shedding people and ideas like the sea that throws out what does not belong to it. I feel nauseated; the understanding that, even here, there is a risk of feeling disgust for individuals who use their power and condition to establish a regime full of attacks, lies, illegalities, and thus accumulate wealth, fame, and impunity makes me deeply sad. The knowledge that these individuals have taken advantage over the years of the ignorance of those around them to solidify an empire of subsidies and build a monument to their altruistic and spotless image disgusts me.

In an effort to keep myself from being flooded with emotion, I will describe the theory in the guise of a fictional story (that may or may not be accurate to that of an individual who practices the habit of masked evil).

Young, I arrived at this place full of strange people like me. I took my first steps to better myself, but I was still too young to completely break the chains that had bound me since I was very small: tricks, behaviors, thoughts, and the desire for belonging. I came to understand that I would not get what I deserved without learning to walk a certain path, and become skilled in deception. So, being a complete Don Juan of words, I slowly placed myself in places where I knew what to say; and thus, between finding the right people and stepping on those who opposed my destiny, I climbed levels in this oppressive system. It worked because my lie was filled with some truth. One cannot always be just one thing — perhaps I am a bit of a guerrilla fighter, too. And yes, I was also a victim of this reality in so many ways that I could never understand. 

I loved, I came, I left, and I also struggled against the knowledge that sooner or later, what is expected is achieved with patience. Time passes, and accumulating the dust of the years, I decided to surround myself with young people who sought their prophet; and there again, I built the strength to continue. Because when I started, I knew with faith that I wanted to achieve something, I wanted to reach somewhere or feel something that I still do not know, but I know that with each step, I am getting closer.

Eduardo Galeano describes in an interview the idea that marked my adolescence: “The search for utopia is a personal search.” It is an ungrateful utopia that is found on the horizon; as I get ten steps closer, it moves ten steps further away. Of what use is it? It is well said: Utopia serves to walk. Perhaps some of us walk with ideals and honor different from other people, who also walk with their own ideals and honor toward another distinct utopia. But what if it is in this utopia where all sense of what one walks is lost, and is used for a purpose as banal as power, fame, and money? Or perhaps simply because one has been seen completely naked before the mirror that is youth, and it has shown us that we advance through time without stopping enough, we advance hoping that we could simply gain one step towards utopia, which instead of moving ten steps away, only moves nine. This utopia of which I speak is the cessation of that feeling of emptiness upon reaching the maximum number of short victories. 

Hence, there is no finality to stopping to feeling some peace; and if this is the case and spiritual alchemy does not fail, then the soul is condemned to walk eternally in this desire, perhaps being born again to re-experience humanity, or in some type of entity that dances between walls and objects. Thus, that being that walks to reach the summit of something that goes even against the persuasion of the soul, perpetuates itself so much in itself and in its desire for the honor of centuries and monuments, it fails to understand that it must stop in order to not be everlasting. That history is not written for oneself but for others; and no matter how much is accumulated (or believed to be accumulated) and walked, or stepped on, or advanced, it will never be able to last so long, not even in the hands of the direct descendants. Even they tend to break the chains of the souls in pain, becoming sadness and fears, traumas and masks of misunderstood actions, inheriting distant and unattainable utopias. 

The pause helps you recover. It helps you to know when to let go of command, to stop wanting to kill the writer who writes what they see — the one that you have stopped observing because you are blinded with power and recognition. Pausing also helps you better express what you can improve, without feeling ashamed to admit that, perhaps for some reason, you stopped being completely good because, in the end, you are not so complete. 

The reflection of stopping is illustrated in my last encounter with someone who, when they first spoke to me, told me only what they knew I wanted to hear; but when I did not smile at them in response, their way of defense was to say,
“If you want, we can fight outside or shoot at each other, whichever you prefer.” It fills me with a sense of sadness to see that our fighting organizations are really personal investment banks, and are occupied by individuals full of ignorance and false courage. This writing is not for them; I would never dare dedicate my most precious art to them. But when they said that to me, it made me think: “What kind of people surround our local leaders?” I invite these people to study, read a book or two, to let go of their pride and false valor, to understand what the struggle is, to develop a sense of calm, and to use their opportunities to grow their intellect and spirit. Or they can retire to their homes and leave the community work to those who understand the concept of building the community without expecting anything in return.


Ulises Navarro es el director de operaciones de Alcon Media, LLC, donde combina su pasión por las operaciones de los medios con su dedicación a la justicia social, el folklore y el periodismo independiente. También es el presidente de klaindastino kors. Originario de Guadalajara, México, es un filósofo y escritor autodidacta que emigró a los Estados Unidos a la edad de 21 años, trabajando inicialmente como agricultor en los campos de Washington y Oregón. Fue allí donde nació su deseo de lucha social por los derechos de los migrantes. Ulises recibió el premio BFT del Salón de la Fama del Transporte Público por su informe “Sobre la inclusión en el transporte público”. Ahora trabaja en muchos proyectos informativos y educativos, incluido El Centro de la Dignidad.

Ulises Navarro is the Chief Operating Officer of Alcon Media, LLC, where he combines his passion for media operations with his dedication to social justice, folklore, and independent journalism. He is also the president of klaindastino kors. Originally from Guadalajara, Mexico, he is a self-taught philosopher and writer who migrated to the United States at the age of 21, working initially as a farmer in the fields of Washington and Oregon. It was there where his desire for social struggle for the rights of migrants was born. Ulysses received the BFT Public Transportation Hall of Fame Award for his reporting “On Inclusion in Public Transportation”. He now works on many informational and educational projects, including El Centro de la Dignidad.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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