Emergente / Emergent
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Es así como podría definir la vida en estos días. Un brote fluctuante que se sostiene, una idea que apenas surge, una llamada de alianza, una nueva historia, un principio, un proyecto que otrora fue una idea. Estos van emergiendo, dando así una oportunidad, que puede aprovecharse si logra ser sostenida con una fuerza impenetrable.
Esta fuerza, impelente, debe sostener los brotes que alguna vez fueron semillas y que ahora han tomado forma, una fuerza que deberá superar al resto de las fuerzas que empujan a su vez en la dirección contraria.
La física dentro de la idea de un prístino brote emergente es pasmosa, bella y delicada, dicha por primera vez por nuestro queridísimo Einstein el día que él mismo definiría como el día más feliz de su vida, donde se da cuenta de que un campo gravitatorio homogéneo es completamente equivalente a un sistema de referencia uniformemente acelerado, dicho de una forma más sencilla, la fuerza de gravedad no es especial, sino que tiene las características de cualquier otra fuerza mecánica que acelera un objeto. Esta magnífica simpleza proveniente solo de un genio de la envergadura de él, es el principio de la equivalencia y aunque después de que él hizo todo el trabajo, y ahora se pueda explicar aparentemente de forma sencilla, sustenta la teoría de la relatividad en sí misma. Debo decir que podría hablar de esta teoría por varias horas y eso que aún no siento que la comprenda por completo, sin embargo, quiero dejar las cosas aquí para centrarme un poco en el lado poético del asunto: la gravedad.
Esta tendencia a caer, hacia abajo, constante, cuya atracción hacia el centro es tan férrea que es imposible de combatir sin una fuerza que impulse. Así nos encontramos con un factor importante que por el momento vamos a sacar de la física para fines poéticos, pues con esta atracción hacia el centro, es decir una caída, nos damos cuenta de que estamos condenados a ser atraídos por esta tal gravedad que se lleva civilizaciones, trabajos, puestos políticos, proyectos nuevos y mentiras por igual, todos ellos caen cuando dejan de tener esta fuerza impulsora, la fuerza emergente.
Me hace cuestionarme sobre la fuerza que tiene que tener aquello que hasta hace poco no existía, y que ahora lucha por persistir y avanzar, y me doy cuenta de que hay muchas fuerzas en este otro terreno que no han sido exploradas, como la determinación humana, el compromiso que se ha adoptado, la ética, el despecho, la responsabilidad, la necesidad, el odio, la envidia, el amor y mi favorita de todas; la volición, que no es otra cosa que una determinación que nace a partir de la posibilidad de materializar una ilusión.
Desde mi perspectiva, estas y muchas otras emociones impelen lo emergente, catalizando la fuerza con la que va surgiendo, pero aun cuando suena a un optimista libro de autoayuda, no es suficiente. Ojalá lo fuera, pero no es así y no quiero decir con esto que no sean catalizadoras en sí mismas, que no impulsen con la fuerza que suponen, pero no es suficiente.
Es aquí, justo aquí, cuando entramos como especie y no como individuos, es aquí cuando deja de ser solo nuestra decisión, cuando debemos darla a conocer a los demás con cada una de sus características, cuando debemos ayudarnos, en conjunto y también saber pedir ayuda. En este momento, cuando algo va emergiendo, pasa de ser un asunto interno a un asunto social y es cuando más debemos volvernos participativos.
Observo pues, cuando algún producto, libro, idea, cuadro o canción, pasaron de ser un objeto personal a uno público, cuando se dieron a conocer, cuando se le gritó a los otros que ahora estaba esta cosa nueva disponible y entonces, esos otros decidieron que ayudarían a que lo siguiera estando y así, escucharon, leyeron, pidieron y pagaron aquella cosa.
Me doy cuenta de lo hermanados que estamos como especie, lo importantes que somos los unos para los otros, lo mucho que nos necesitamos y veo la parte esperanzadora y bella pero también la dolorosa; lo cerrados que estamos a ayudar a regar estos brotes que débiles crecen aferrados a los deseos de su autor.
Vamos aumentando los estándares publicitarios, nos volvemos pedantes a la hora de decidir qué sí y qué no, sin preguntarnos el futuro de aquella cosa, sin prestarnos a conocer, nos negamos a ser conscientes de lo recién parido, quizá porque nadie la recomendó, quizá porque no tiene aún un prestigio, no está de moda, no es común. Ya luego, con el tiempo, nos quejamos de que no hay nada nuevo.
Así, estas novedades quedan condenadas por la gravedad, por la tendencia a la caída presente en nuestro planeta cuyo centro se encarga de jalar tanto como pueda hacia él.
¡Ningún échale ganas! Más bien, hay que cuidar los brotes ajenos cuando estos parezcan, cuando haya por ahí, un pedazo de idea que logró materializarse pero que está endeble y vulnerable, debemos ayudar a darla a conocer, a diseminarla y fomentar así su consumo para que no se caiga y no sea otra víctima de la gravedad.
Por otro lado, si estás con esta semilla entre tus manos, grítalo, pide esa oportunidad, haz el conocimiento público de que tu fuerza no es suficiente, que tienes algo que ofrecer y que, si gusta, esto se puede quedar y formar parte de este mundo que pisamos.
Basta con mirar unas cuantas décadas al pasado para corroborar que es solo la oportunidad de ser conocido lo que se requiere para que este brote pueda surgir y lograr persistir de ahí en adelante.
English translation:
This is how I could define life these days. A fluctuating sprout that sustains itself, an idea that has just emerged, a call for alliance, a new story, a beginning, a project that was once just an idea. These things are emerging, thus giving an opportunity that can be seized if it can be sustained with impenetrable strength.
This impelling force must sustain the sprouts that were once seeded and that have now taken shape, a force that must overcome all other forces that push in the opposite direction.
The physics within the idea of a pristine emerging sprout is astonishing, beautiful, and delicate, first stated by our dear Einstein on what he would later call the happiest day of his life, when he realized that a homogeneous gravitational field is completely equivalent to a uniformly accelerated reference system. Put more simply, the force of gravity is not special; it has the characteristics of any other mechanical force that accelerates an object. This magnificent simplicity, which could only have come from a genius of his caliber, is the principle of equivalence; and although after he did all the work it can now apparently be explained simply, it underpins the theory of relativity itself. I must say I could talk about this theory for hours and still feel I don’t fully understand it. However, I want to leave it here to focus a bit on the poetic side — the gravity of the matter.
It is the tendency to fall constantly downward, whose attraction to the center is so strong that it is impossible to fight without an impelling force. Thus, we find an important factor that for now we will take out of physics for poetic purposes; because with this attraction to the center, this constant fall, we realize that we are doomed to be drawn by this gravity that takes civilizations, jobs, political positions, new projects, and lies alike. All of them fall in the absence of the driving force, the emerging force.
It makes me question the strength that something that only recently began to exist must have, the strength that now struggles to persist and move forward, and I realize that there are many forces in this other field that have not been explored, such as human determination, commitments that have been adopted, ethics, resentment, responsibility, need, hate, envy, love, and — my favorite of all — volition, which is nothing more than determination born from the possibility of materializing an illusion.
From my perspective, these and many other emotions propel the emergence, catalyzing the force with which it emerges. But even though it sounds like an optimistic self-help book, these forces are not enough. I wish they were, but they aren't. And I don’t mean to say that they are not catalysts in themselves, that they do not drive with the force they suppose, but it is simply not enough.
It is here, right here, where we come in — as a species and not as individuals. It is here when it stops being just our decision, when we must make every detail known to others, when we must help each other, together, and where we must learn how to ask for help. At this moment, when something is emerging, it becomes a social matter rather than an internal one, and that is when we must become more participative.
I observe this concept when some product, book, idea, painting, or song goes from being a personal object to a public one, when it is made known, when it is shouted to others that this new thing is now available. And then I observe how others decide they will help keep it going; and thus, they listen, read, and seek out that thing.
I realize how united we are as a species, how important we are to each other, how much we need each other. I see the hopeful and beautiful part, but also the painful one — how closed-minded we are to helping water these sprouts that grow weakly, clinging to the desires of their author.
We keep raising advertising standards, we become pedantic when deciding what is in and what is out. We fail to ask ourselves about the future of a new thing without lending ourselves to knowing. We remain unaware of the newly born — maybe because no one recommended it, maybe because it does not yet have a reputation, it is not trendy, it is not common. Then, in time, we complain that there is nothing new.
In this way, these novelties are condemned by gravity, by the tendency to fall that is present on our planet, whose center is responsible for pulling as much as it can towards itself.
Don’t fret! Rather, we must take care of each other’s sprouts when they appear. When there is a piece of an idea that manages to materialize but is fragile and vulnerable, we must help make it known, disseminate it, and thus promote its consumption so that it does not fall and become another victim of gravity.
On the other hand, if you have a seed in your hands, shout it out! Ask for that opportunity, and make it public knowledge that your strength is not enough. Let it be known that you have something to offer; and that, if it is liked, it can stay and become part of this world we tread on.
It is enough to look a few decades into the past to corroborate that it is only the opportunity to be known that is required for a sprout to emerge and persist in perpetuity.
Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.
Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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