El niño de los cohetes / The fireworks boy

Massacre of Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas, Octubre 2, 1968 / Andrés Barrios / CC BY-SA 4.0

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Una noche de navidad de 1948 en la ciudad de México, una mujer caminaba cargando muchas varas en su espalda tolerando un evidente malestar que la obligó a dejarse caer a pocos pasos de su casa; los gritos de dolor llegaron hasta su familia que rápidamente acudió a auxiliarla; su madre palpó su vientre para prevenirla pues su hijo estaba a punto de nacer; con cuidado, la mujer fue introducida en la casa para dar a luz a su hijo a quien ella y su esposo habían decidido nombrar Serafín y cuyo primer llanto opacó el sonido de los cohetes lanzados desde una capilla cercana. 

A los diez años, como muchos niños de su edad, Serafín iba a la escuela en las mañanas y ayudaba a sus padres en la tarde a trabajar. Su familia se dedicaba a la fabricación y venta de pirotecnia.

Un día mientras ayudaba a sus padres a transportar unos “toritos de luces” para los festejos de semana santa en una capilla lejana, su hermana menor caminaba junto a ellos. Cuando llegaron con el párroco, lo encontraron fumando un cigarro que rápidamente dejó caer al suelo al ver llegar a la familia de coheteros para evitar un accidente.

Afuera de la sacristía había una bodega donde el sacerdote pidió al padre de Serafín que pusieran los cohetes, sin embargo, la sensación de descanso solo duró unos segundos, pues Serafín vio horrorizado a su hermana junto a la puerta sosteniendo en su mano uno de los cohetes con la mecha encendida, así que valientemente se lo quitó y la empujó lejos de la bodega para evitar que alguna chispa provocara una desgracia, de inmediato lanzó el cohete en el aire que explotó a solo unos centímetros sobre su cabeza, asustando a todos los presentes.

Serafín se daba de golpes en la cabeza pues podía sentir flamas en su cabello mientras su hermanita lloraba desconsolada, pero la rápida intervención de sus padres y el sacerdote evitaron que la lumbre en su cabeza alcanzara su piel, finalmente después de superar el susto, tuvieron que rapar su cabeza debido a las quemaduras en su cabello, pero gracias a su heroísmo no tardó en ganarse el apodo del “niño de los cohetes”. 

Años más tarde, después de terminar la escuela, el “niño de los cohetes” hizo su servicio militar donde su conocimiento en el manejo de la pólvora le hizo ganar la confianza de algunos de sus superiores que finalmente lo convencieron de enlistarse en el ejército donde podría hacer una carrera militar, lo que causó gran orgullo en sus padres y particularmente en su hermana menor a quien había salvado la vida y quien por su parte, había entrado a estudiar en la universidad para tener una carrera profesional, algo casi inimaginable para una humilde familia de coheteros. 

Una madrugada, Serafín montaba guardia afuera de la oficina de uno de sus superiores en la zona militar donde curiosamente había una reunión privada entre personal militar y agentes de alto grado de la policía capitalina, sin embargo, como buen soldado, Serafín se limitó a acatar sus órdenes y no permitir el acceso a nadie hasta que terminara la reunión; hasta que finalmente vio salir de la oficina a su superior acompañado de un alto mando policiaco.

Por la noche, Serafín vio salir de la zona varios camiones transportando a muchos de sus compañeros y a la mañana siguiente vio a los camiones regresar vacíos, lo que lo alarmó de inmediato, sin embargo, al escuchar a uno de los conductores decir que los compañeros se habían quedado en los planteles, se tranquilizó.

Por varias semanas, las actividades que Serafín presenciaba desde sus puestos de guardia y almacenamiento de artillería fueron muy similares, ir y venir de sus compañeros a los que siempre los veía regresar con rostros serios, con cansancio y tensos. 

Una mañana, poco antes de salir franco, uno de sus compañeros lo mandó llamar con un rostro desencajado debido a un malestar estomacal que estaba a punto de provocarle el vómito, para pedirle ayuda y preguntarle si podría suplirlo en una misión muy corta pero muy importante para un escuadrón de ala rotativa donde fácilmente podría hacerse pasar por él a lo que él se negó, pero las súplicas de su compañero por ayudarlo terminaron por convencerlo. 

Oculto tras un casco; Serafín subió a un helicóptero donde tenía una orden muy sencilla pero que lo sorprendió bastante; pues debía ejecutar su especialidad, lanzar unas bengalas cuando recibiera la indicación; el helicóptero voló sobre la ciudad hasta un área muy concurrida en la que había una gran concentración de personas, eran alrededor de las 3:15 de la tarde del 2 de octubre de 1968 cuando el piloto del helicóptero le dio la orden de dejar caer las bengalas sobre la plaza de las tres culturas en Tlatelolco, inmediatamente después, iniciaría una matanza de estudiantes, entre los cuales se encontraba la hermana menor de Serafín a quien irónicamente había salvado la vida siendo una niña lanzando un cohete lejos de ella y en una acción similar, aunque en un desconocimiento absoluto, le provocaría la muerte haciendo la señal de una orden mortal en la que no debía haberse involucrado. 

Esa misma noche Serafín desertó al ejército.

 


ENGLISH TRANSLATION

On a Christmas night in 1948 in Mexico City, a woman was walking, carrying many sticks on her back, enduring evident discomfort that forced her to collapse just a few steps from her house. Her cries of pain reached her family, who quickly came to help her. Her mother touched her belly to warn her that her child was about to be born. Carefully, the woman was taken inside to give birth to her son, whom she and her husband had decided to name Serafín. His first cry drowned out the sound of the fireworks launched from a nearby chapel.

At ten years old, like many children his age, Serafín went to school in the mornings and helped his parents with their work in the afternoons. His family was dedicated to the manufacture and sale of fireworks.

One day, while helping his parents transport some ‘toritos de luces’ for the Holy Week celebrations at a distant chapel, his younger sister walked alongside them. When they arrived to meet the priest, they found him smoking a cigarette, which he quickly dropped upon seeing the fireworks family arrive, to prevent an accident.

Outside the sacristy, there was a storage room where the priest asked Serafín's father to place the fireworks. However, the sense of relief only lasted a few seconds because Serafín saw, horrified, his sister standing by the door, holding a firework with a lit fuse in her hand. Bravely, he snatched it away from her and pushed her away from the storage room to prevent a spark from causing a disaster. He immediately threw the firework into the air, and it exploded just a few inches above his head, scaring everyone present.

Serafín slapped his head because he could feel flames in his hair, while his little sister cried inconsolably. The quick intervention of his parents and the priest prevented the fire on his head from reaching his skin. After overcoming the scare, they had to shave his head due to the fact that his hair was burnt. But thanks to Serafín’s heroism that day, he quickly earned the nickname ‘the fireworks boy’.

Years later, after finishing school, ‘the fireworks boy’ completed his military service, where his knowledge of handling gunpowder earned him the trust of some of his superiors, who eventually convinced him to enlist in the army, where he could build a military career. This brought great pride to his parents, and especially to his younger sister, whose life he had saved and who, for her part, had entered university to pursue a professional career, something almost unimaginable for a humble family of fireworks makers.

One early morning, Serafín stood guard outside his superior’s office in the military zone, where, curiously, a private meeting was taking place between military personnel and high-ranking capital police officers. However, as a good soldier, Serafín limited himself to obeying his orders and not allowing anyone to enter until the meeting ended. Afterward, he saw his superior leave the office accompanied by a high-ranking police officer.

That night, Serafín saw several trucks leaving the area, transporting many of his comrades, and the next morning, he saw the trucks return empty, which initially alarmed him. However, hearing one of the drivers say that the comrades had stayed at the training grounds, he calmed down.

For several weeks, the activities Serafín witnessed from his guard posts and the artillery storage areas were very similar: his comrades coming and going, always returning with serious faces, tired and tense.

One morning, shortly before leaving his post, one of his comrades called him with a distressed look due to a stomach illness that almost made him vomit. He asked for his help and asked if he could replace him on a very short but important mission for a helicopter squadron, as he could easily pass as him. Initially, Serafín refused, but his comrade's pleas convinced him.

Hidden under a helmet, Serafín boarded a helicopter with a very simple but surprising order: he had to perform his specialty and launch flares when given the signal. The helicopter flew over the city to a very crowded area, where there was a large concentration of people. It was around 3:15pm on October 2, 1968, when the helicopter pilot gave the order to drop the flares over the Plaza de las Tres Culturas (The Three Cultures square) in Tlatelolco. Immediately afterward, a massacre of students began, among whom was Serafín's younger sister, whose life he had ironically saved as a child by throwing a firework away from her. Now, in a similar action, though unknowingly, he would cause her death by signaling a deadly order in which he should never have been involved.

That very night, Serafín deserted the army.


Julio Balderas es el autor de La Herencia de los Señores de San Roque y Sangre de Chacales. Él es un escritor siempre en busca de la siguiente historia.

Julio Balderas is the author of Inheritance of the Lords of San Roque and Blood of Jackals. He is a writer always looking for the next story.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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