Conexión / Connection

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¿Cómo saber con quién tenemos una conexión? En el campo de la electromagnética, observamos la interacción de las partículas y los diferentes fenómenos que explican lo que puede generarse tras una conexión. Esta parte de la ciencia nos permite disfrutar de la televisión encendida, la luz y la música. Los procesos detrás de ello quedan tras bambalinas, dejando a los científicos con sus premios y a nosotros sin agradecer siquiera las virtudes de la vida occidental de principios de siglo.

Se ha logrado mucho en el campo de las conexiones, y gozamos de un estilo de vida posible gracias a ellas. Me pregunto, ¿qué pasaría si fuéramos igual de buenos haciendo conexiones humanas?

En los meses pasados, he conocido a muchas personas. Antes de ser consciente de su existencia, ya compartíamos afinidades, pero no habíamos establecido una conexión hasta que el espacio-tiempo nos hizo coincidir. En ese momento, entablamos una conversación, una conexión, una energía que comenzó a fluir. Daré algunos ejemplos para explicarme mejor, aunque resguardaré otros: almas gemelas a la distancia con quienes he encontrado una amalgama perfecta hecha con mi pluma y la tinta de mis entrañas.

Ella es elegante y bella, tierna y poderosa. Me atrapó con un simple desliz de tarjeta: una compra que prometía algo que había deseado durante mucho tiempo. Lo que parecía una adquisición más, se convirtió en algo diferente. Ella decía lo que yo misma me repetía al comprar mis libertades. A lo largo de los meses, la charla se extendió, pasamos de opiniones a cafés, y después a horas de ideas que iban y venían, hasta llegar a visitas semanales al teatro. Me di cuenta de que había conexiones dentro de conexiones, como una red que se extendía y profundizaba.

Otra mujer me pidió ayuda para conseguir una fecha en el foro donde mi mejor amigo es director. Como apoyo el arte por defecto, accedí y me puse manos a la obra. El día de la junta nos conocimos en persona y charlamos. La responsabilidad del arte fue nuestro común denominador, y podría describirlo como un flechazo de amistad. Sin embargo, con el paso del tiempo, noté que había una distancia entre nosotras. Mi actitud desenfadada, la confianza que otorgo a las personas y mi fanatismo por la cortesía pusieron barreras cómodas. Aunque seguimos conectadas y hay afecto, sé que el voltaje es bajo y debe mantenerse así.

Luego está el chico del cabello chino. Insistía en decir algo, pero ese día, esquiva y con prisa, corté la interacción. Semanas después reflexioné sobre mi rudeza. Suelo ser celosa de mis proyectos, pero en otra ocasión intenté iniciar una conversación que quedó a medias por el bullicio de un evento. Más tarde, intenté continuarla por mensajes, pero obtuve una negativa. Su trabajo es magnífico y admirable, pero ambos intentos de conexión fallaron: el suyo primero y el mío después. Quizá algún cable se quemó en el proceso.

Reflexiono sobre la comunicación, lo sustanciosa y electrizante que puede ser. Me pregunto qué necesito en mi vida. Si deseo un poco de cada sensación, puedo llenarme de conexiones variadas: frenéticas, ansiosas, efímeras pero intensas, o, por el contrario, fluidas, con intercambio de ideas, apoyo mutuo y detalles que generan bienestar.

Mentiría si dijera que no me he dejado llevar por esas conexiones que chocan y arden. Aunque a veces adictivas, las emociones positivas generan alegría, estabilidad y me impulsan a alcanzar objetivos.

Regresando a la vida occidental, llena de electrodomésticos y aparatos que facilitan la comunicación, intento hacer un mapa de mis conexiones actuales. Las personas que amo, las que siempre han estado para mí en los momentos más difíciles, quienes me dieron la oportunidad de expandir mi pluma, como Ulises, quien confió en mí y me dio soporte, o mis amigos cercanos, que celebran mis triunfos y me ayudan en mis fracasos.

Ellos cuentan con la capacidad de convertir un día estresante en un acto de mayéutica platónica, llenándome de vida. También pienso en las nuevas conexiones que llegan, algunas que se quedan y otras que se van.

Soy afortunada de tener a la gente correcta en mi vida, pero ahora que comienza un nuevo año, quisiera que tú también lo fueras. Tal vez, si analizas tus conexiones, podrías descubrir cuáles funcionan y cuáles no, qué tiene un corto circuito, qué hay que reemplazar o qué ya no es necesario y cayó en desuso.


English translation:

How do we know with whom we share a connection? In the field of electromagnetics, we see the interaction of particles and the various phenomena that explain what can be generated after a connection. This branch of science allows us to enjoy television, light, and music. The processes behind them remain backstage, leaving scientists with their awards and us without even appreciating the virtues of early 21st-century Western life.

Much has been achieved in the field of connections, and we enjoy a lifestyle made possible by them. But I wonder, what if we were just as good at making human connections?

In recent months, I have met many people. Before I was aware of their existence, we already shared affinities, but we hadn’t connected until space-time brought us together. At that moment, we struck up a conversation, a connection, an energy that began to flow. I’ll share a few examples to clarify, while safeguarding others — soulmates from afar with whom I’ve found a perfect amalgam crafted from my pen and the ink of my soul.

She is elegant and beautiful, tender and powerful. She captivated me with a simple swipe of a card — a purchase promising something I had long desired. What seemed like an ordinary transaction turned into something more. She echoed what I often told myself when buying my freedoms. Over the months, our chats expanded, evolving from casual opinions to shared coffees and hours of exchanged ideas, culminating in weekly visits to the theater. I realized there were connections within connections, like an intricate, expanding web.

Another woman asked for my help securing a date at the forum where my best friend is the director. As an automatic supporter of art, I said yes and got to work. On the day of the meeting, we met in person and chatted. The responsibility toward art was our common ground, creating what felt like an instant friendship. However, as time passed, I noticed a distance between us. My laidback demeanor, my instinctive trust in others, and my devotion to courtesy built barriers I now find comfortable. While we remain connected and there’s affection, I know the voltage is low and should stay that way.

Then there’s the curly-haired guy. He insisted on saying something; but that day, hurried and evasive, I cut him off. Weeks later, I reflected on my rudeness. I tend to guard my projects jealously. On another occasion, I tried starting a conversation that was interrupted by the noise of an event. Later, I attempted to continue via messages but received no response. His work is magnificent and admirable, but both connection attempts failed: his first, mine later. Perhaps a wire got burnt along the way.

I reflect on communication, its richness, and how electrifying it can be. I ask myself what I need in life. If I want a mix of sensations, I could fill myself with varied connections: frenetic, anxious, intense yet fleeting, or, conversely, fluid, marked by the exchange of ideas, mutual support, and small gestures that bring comfort.

I’d be lying if I said I hadn’t been drawn to fiery, clashing connections. Though occasionally addictive, the positive ones bring joy, stability, and drive me to achieve goals.

Returning to Western life, full of appliances and devices that facilitate communication, I attempt to map out my current connections. The people I love, those who have always been there during my hardest times, those who gave me the chance to expand my voice — like Ulises, who trusted and supported me — or my close friends, who celebrate my victories and help me through failures.

They have the ability to turn a stressful day into a session of Platonic maieutics, filling me with life. I also think about the new connections that arrive — some that stay, some that go.

I’m fortunate to have the right people in my life. But now that a new year is starting, I hope you are, too. Perhaps, if you analyze your connections, you could discover what works and what doesn’t, what has a short circuit, what needs replacement, or what is no longer necessary and has fallen into disuse.


Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.

Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.


Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

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