BIENVENIDOS A LA JUNGLA / WELCOME TO THE JUNGLE
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Imagina que sales a trabajar como todos los días, mientras tu casa se queda sola. Eres ordenado: ropa doblada, cama tendida, piso trapeado, baño impecable (huele a “Maestro Limpio”); comida suficiente para tu pequeña mascota, Spoke, tu perrito. Te aviva la idea de llegar a casa, sentir ese placer de descansar después de un duro día de trabajo.
Resulta que, mientras trabajabas, tu morada fue invadida por una manada de primates; para ser exactos, babuinos de culo melocotón, de esos que tienen las nalgas rojas horribles e hinchadas. Estuvieron todo el día haciendo desmanes; incluso, aún los encuentras adentro. El hedor es insultante: el piso lleno de excremento, tu ropa desgarrada, la alacena saqueada, cables mordisqueados, muebles inservibles, el agua de la bañera desbordada, el cadáver de un chango en la cocina (porque suelen pelear a muerte), otros apareándose sobre la mesa, tu pantalla partida en dos, y lo más desgarrador, el pobre Spoke con las tripas de fuera y la lengua colgando, mirándote, para que seas testigo de su último suspiro.
Cuando los gobiernos no aplican la ley, las cosas se descontrolan tanto que rayan en la anarquía, y más en países en vías de desarrollo como México; o sea, sucede exactamente lo mismo que la manada de primates que te invadió, pero afectando no sólo tu casa, sino a la nación entera.
Vivimos una época en la que, en muchos rubros, en México la ley está de adorno, lo que provoca que no haya diferencia entre las conductas de los babuinos y las de ciertos sectores de la población.
Ejemplo: Un público enardecido puede arrojar objetos al escenario, hasta orines, invadirlo y romper los instrumentos porque el cantante se negó a interpretar narcocorridos y/o “música bélica”.
Manifestantes pueden instalarse con tiendas de campaña en vía pública, bloquear estaciones del metro, pasos peatonales y arroyos vehiculares por semanas, y algunos agredirte por pasar en medio de su plantón, cuando es la única forma de llegar a tu trabajo.
Revendedores, ante las narices de las autoridades, ofrecen descaradamente boletos para entrar a eventos masivos.
Franeleros, delante de policías, colocan objetos en la vía pública en espacios donde está permitido estacionar autos, y te exigen dinero a cambio de asegurarte un lugar.
La siguiente es para un documental de Animal Planet: el lamentable “Acamoto”. Cientos de motociclistas se trasladaron a Acapulco (que de por sí lleva años pisoteado) sin pagar peaje. Con vehículos en su mayoría de gama baja y de dudosa procedencia, ejecutaron actos tan idiotas como: meter las llantas en las albercas o en la playa para salpicar, practicar caballitos, arrancones y carreritas, paseos temerarios en las orillas de las playas, y protegidos solamente con shorts y chanclas. Obvio no podían faltar las drogas rústicas, como la mona de guayaba y las bocinas a todo volumen, oyendo no precisamente a Mozart. Hubo muertos, y violaron tantas leyes, incluyendo, yo creo, las que aún están en discusión en el Poder Legislativo.
Son algunos ejemplos, porque hay muchos; el punto es que todas estas conductas, desde luego que están penadas, y aquí viene la pregunta del millón: ¿entonces por qué no se sancionan?, ¿por qué la autoridad no hace nada?
Desde que se pusieron de moda los derechos humanos, se ha tergiversado el concepto. No debemos confundirlos con “otorgar libertades para todo”. Duele reconocerlo, pero en una población como la de México, esto se torna delicado.
Un alto porcentaje no cuenta con la adecuada educación desde los cimientos, o sea desde la familia. Solemos ser informales, indisciplinados, de pésimos gustos, dar mordidas a la autoridad, solucionar conflictos a golpes en lugar de dialogar, hacer justicia por propia mano, y vivir en una zona de confort aumentando el número de parásitos sociales.
Si bien hubo uno que otro detenido en algunos de los hechos antes citados, lo que se debió hacer era prohibirlos y actuar en el momento, utilizando la figura jurídica de la “coercitividad de la ley”, que es la facultad de la autoridad para imponer el cumplimiento de las normas aplicando la fuerza si la persona se niega a cumplirlas. El artículo 120 de la Constitución dice que el Estado está obligado a hacer cumplir las leyes. El artículo 178 del Código Penal Federal tipifica el delito de desobediencia y resistencia de particulares, cuando una persona, sin causa legítima, desobedece un mandato de la autoridad. Incluso la Ley Nacional sobre el Uso de la Fuerza contiene protocolos para la utilización de la fuerza pública.
Para acabar pronto, la autoridad puede someter a la chica que raya monumentos; al sujeto que hace desmanes en la moto; retirar tiendas de campaña sobre la vía pública; remitir franeleros y revendedores al Juzgado Cívico; y detener a los amantes de la música bélica por invadir y destruir el escenario. Desde luego que el Estado puede usar la fuerza, y eso no lo convierte en un gobierno opresor; significa hacer uso del derecho a la coercitividad.
Pero al no ejercer ese derecho, y al ser “respetuosos” de las “libertades”, esas conductas surrealistas se normalizan, hasta hacernos sentir inmersos en un territorio tomado por salvajes babuinos, sin que nadie los controle. Así de podrida está la educación en México.
¡Bienvenidos a la jungla, amigos primates!
English translation:
Imagine leaving for work as you do every day, while your home stays empty. You’re neat: clothes folded, bed made, floors mopped, bathroom spotless (smelling of Mr. Clean); enough food for your little pet, Spoke, your dog. The thought of coming home to enjoy some rest after a hard day’s work excites you.
Turns out that while you were working, your home was invaded by a pack of primates — to be exact, red-bottomed baboons, the kind with those horrible, swollen buttocks. They spent the whole day wreaking havoc; some are still inside when you return. The stench is offensive: floors covered in shit, your clothes torn apart, pantry raided, cables chewed, furniture ruined, bathtub overflowing, a dead monkey in the kitchen (since they often fight to the death), others mating on the table, your screen split in two, and most heartbreaking of all — poor Spoke with his guts hanging out and tongue lolling, looking at you, making you witness his last breath.
When governments don’t enforce the law, things spiral out of control to the point of anarchy, especially in developing countries like Mexico. In other words, exactly what happened with the baboon invasion of your home, but affecting not just your house — the entire nation.
We live in times where, in many aspects, the law in Mexico is just for show, creating zero difference between the behavior of baboons and certain segments of the population.
For example: An enraged crowd might throw objects — even piss — at the stage, storm it, and break instruments because the singer refused to perform narcocorridos (or ‘war music’).
Protesters can set up tents in public streets, block subway stations, pedestrian crossings, and traffic lanes for weeks, some even attacking you for crossing through their protest, when it’s the only way to get to work.
Ticket scalpers brazenly sell passes for mass events right under authorities’ noses.
Franeleros (parking extortionists) place objects in public parking spaces — in front of police — then demand money to ‘secure’ you a spot.
Next up: an Animal Planet documentary. The infamous ‘Acamoto’. Hundreds of bikers descended on Acapulco (already battered for years), skipping tolls. Riding mostly low-end bikes of dubious origin, they pulled idiotic stunts like: dunking tires in pools or the ocean to splash water, popping wheelies, drag racing, reckless beachside rides wearing nothing but shorts and flip-flops. Of course, there were primitive drugs like mona de guayaba (cheap booze) and blaring speakers — definitely not Mozart. There were deaths, and so many laws broken — probably including some still being debated in Congress.
These are just a few examples; there are many more. The point is, all these antics are punishable by law. So here’s the million-dollar question: why aren’t they punished? Why don’t authorities act?
Since human rights became a trendy phrase, the concept has been twisted. We mustn’t confuse human rights with freedom to do everything. It hurts to admit, but in a population like Mexico’s, this is dangerous.
A large percentage lacks proper foundational education, starting at home. We tend to be informal, undisciplined, with terrible taste, bribing officials, solving conflicts with fists instead of dialogue, taking justice into our own hands, and living in comfort zones while multiplying social parasites.
While a few perpetrators from these examples were detained, what should’ve happened was prevention and immediate action using the legal principle of ‘law enforcement coercion’ — the authority’s power to impose compliance, using force if necessary. Article 120 of the Constitution mandates the State to enforce laws. Article 178 of the Federal Penal Code criminalizes disobedience when citizens defy lawful orders. Even the National Law on Use of Force outlines protocols for police action.
To cut it short: authorities could arrest the biker hooligans; remove protest tents from streets; send parking extortionists and scalpers to civic court; and detain the ‘war music’ fans for storming stages. Of course the State can use force — that doesn’t make it oppressive; it’s exercising enforcement rights.
But by not enforcing these rights and being overly ‘respectful’ of freedoms, these surreal behaviors become normalized, making us feel like we’re in territory overrun by wild baboons with no control. That’s how rotten education is in Mexico.
Welcome to the jungle, primate friends!
Originario de la Ciudad de México, Oscar Taylor cuenta con estudios superiores en Derecho y Administración Pública. Ha sido catedrático en diversas instituciones educativas de México y se desempeña como Disc Jockey profesional desde 1988 y servidor público desde 1996. Oscar fue locutor de Grupo Radio Fórmula Monterrey de 2012 a 2015, y en 2018 fue galardonado con la Palma de Oro por el Círculo Nacional de Periodistas de México. Ha ganado diversos Concursos de Calaveras literarias. Oscar es autor de la obra literaria postapocalíptica ÁNIMA, y es el creador del podcast “El Búnker de Oscar Taylor”.
Originally from Mexico City, Oscar Taylor has advanced degrees in Law and Public Administration. He has been a professor at various educational institutions in Mexico and has worked as a professional Disc Jockey since 1988 and a public servant since 1996. Oscar was a speaker for Grupo Radio Fórmula Monterrey from 2012 to 2015, and in 2018 he was awarded the “Palma de Oro” by the National Circle of Journalists of Mexico. He has won various literary 'Concursos de Calaveras' (contests of traditional satirical writing in verse). Oscar is the author of the post-apocalyptic literary work ÁNIMA, and is the creator of the podcast El Búnker de Oscar Taylor.
Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.
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