Al-Juarismi: Resolución de una ecuación / Al-Khwarizmi: Solving an equation

^{Title page of The Compendious Book on Calculation by Completion and Balancing}

This article is bilingual! Scroll down for English translation.

^{Narrated by John Golden}

Recuerdo el olor de las velas en mi casa, de las abejas, de mis gallinas y su maíz. Recuerdo la grave voz de mi papá, rasposa y gutural. Recuerdo mi refugio, en donde pensaba en las historias que se me iban ocurriendo. Pasaba muchas horas ahí, contemplando imágenes hechas por mí. En ese tiempo, me gustaba hacer continuaciones de infomerciales versión terror.

Mi hermano mayor se quedaba dormido con la televisión prendida y yo, con el insomnio de siempre, escuchaba los diálogos de los infomerciales a lo lejos. Un anuncio de champú para que creciera el cabello me hacía imaginar a una niña cuyo cabello crecía fuerte como metal maleable y, luego, con las puntas del cabello “fuertes e inquebrantables”, perforaba el edificio piso por piso hasta llegar al asfalto y de ahí al centro de la Tierra. Su cuello quedaba doblado, y las personas trataban de construir una vida viviendo pegadas al piso mientras su cabello continuaba creciendo ad infinitum.

Había otra historia en la que unos niños iban a la Luna con la firme convicción de que desde ahí iban a ver la verdad, hartos de que los adultos mintieran con ese tono empalagoso de voz chillante. Las naves estaban inspiradas en alcatraces, pero de metal, como los de la ventana de la habitación en la que dormía. Cuando llegaban a la Luna, entendían que a los adultos también les mentían. No recuerdo si la terminé. Me acuerdo de cada uno de los infomerciales porque eran tan repetitivos que, cada vez que escuchaba uno, continuaba con la historia hasta donde me había quedado la noche anterior.

Tener este refugio en mis recuerdos es una joya. Me hacía feliz entonces y me hace feliz ahora.

Fue en esta casa cuando, un día, me di cuenta de que no podía seguir guardando esas historias solo para mí, que era egoísta, casi como un pecado. Eran fabulosas y creía que podrían hacer sonreír a más de una persona, así que empecé a ponerlas por escrito. Sin embargo, años después, escribir se convirtió en algo privado. Mis historias eran apenas conocidas por familiares y amigos cercanos. Cuando mis maestros se dieron cuenta de que no ponía atención en clase por estar escribiendo, me avergonzaba, y más de uno leyó mis historias en un acto denostativo. Me rendí. Resolver eso me llevó décadas.

Pero resolver problemas no siempre fue para todos, y no fue sino hasta que Al Juarismi compartió con nosotros sus aportaciones que pudimos hacerlo. Él, un persa que tomaba la resolución como un deporte, fue sistematizando sus métodos, ofreciendo así su obra Compendio de cálculo por reintegración y comparación. En su obra, enseña la importancia de asignar valores. Y no es mi intención aquí entrar en su materia, sino más bien reflexionar sobre la poca importancia que se le da a ese concepto fuera del campo de las matemáticas. Hoy, para mí, asignar valores es un arte y una necesidad cuando se quiere llevar una vida en paz.

Un hombre visionario con un concepto magnífico sin el que la vida hoy no sería lo que es. Le debemos lo que para él fue futuro y que hoy pisamos, gracias a su sistematización y luego a la enseñanza de esta. Y aunque el campo del álgebra lo reconoce como tal, hoy es mi intención extrapolar ese concepto y traerlo a la vida cotidiana para poder explicar el fenómeno que experimentó.

He querido “resolver” muchas veces mi vida, mis finanzas, mis sentimientos. He querido entender por qué hice esto o aquello, o por qué nunca lo pude hacer, pero había asignado valores inadecuados a cada dígito de mi ecuación, razón por la que mis resultados estaban lejos de ser correctos. Y no fue sino hasta que me entregué a ese cúmulo sensorial que me liberé.

Tengo estos recuerdos frescos gracias a una mujer con paciencia, que me dio sus horas y me antojó la comida típica de Michoacán. Ha sido ella quien ha devuelto este tesoro a su dueña, pero es mi deber compartir con ustedes algunos pensamientos resultantes.

Le asignamos valores inexactos, inadecuados o inexistentes a partes de nuestra vida y, una vez que estas partes de nuestra vida tienen mal los valores, nos vamos desviando de quienes somos. Nos alejamos de nosotros mismos y la sigilosa amargura del pseudoéxito se presenta en nuestras vidas sin que podamos llegar a resolverla.

¿Qué sería de mí sin haber sido esa niña inmersa en historias que, en aquellos días, entendía que el valor de estas era superior al resto de las cosas que estaban ocurriendo? Era tanta mi fascinación que restaba importancia a las vicisitudes que ocurrían en el núcleo familiar de mi párvula vida.

Hoy he asignado valores nuevos a cada parte de mi vida. Valores reales que funcionan y que me ayudan, a su vez, a resolver, a despejar, a que la aritmética de mi vida pueda fluir hacia la dirección que en el fondo había deseado. La pasión es para mí un motor inalterable, catalizador del resto de las partes de la vida. Ahora tiene su lugar. La he entendido como la esencia de quien soy y compartir eso me mantiene viva.

A veces le damos importancia de más o de menos a algo o a alguien. Esto distorsiona la visión del pasado, del presente o del futuro, haciéndolo imposible de resolver. Pero es posible reasignar los valores correctos y, una vez hecho esto, ordenar, jerarquizar y finalmente resolver.

Seguro que te gustaría mucho volver a asignar valores. Hay una claridad bellísima esperando.

English translation:

I remember the scent of candles in my house, of bees, of my chickens and their corn. I remember my father’s deep, raspy, guttural voice. I remember my refuge, where I would think about the stories that came to mind. I spent many hours there, contemplating images I had created. At that time, I enjoyed making horror-themed continuations of infomercials.

My older brother would fall asleep with the TV on, and I, always an insomniac, would listen to the infomercial dialogues in the distance. An ad for a shampoo that promised hair growth made me imagine a girl whose hair grew strong like malleable metal, and then, with the “strong and unbreakable” ends, she would pierce through the building floor by floor until she reached the asphalt and then the Earth’s core. Her neck remained bent, and people tried to build a life stuck to the ground while her hair continued to grow ad infinitum.

There was another story in which some children traveled to the Moon, firmly convinced that from there, they would see the truth, tired of adults lying in that cloying, shrill tone of theirs. The ships were inspired by metal albatrosses, like the ones on the window of the room where I slept. When they arrived on the Moon, they realized that adults had also been lied to. I don’t remember if I finished that story. I remember each infomercial because they were so repetitive that every time I heard one, I continued the story from where I had left off the previous night.

Having this refuge in my memories is a treasure. It made me happy then, and it makes me happy now.

It was in this house that, one day, I realized I could no longer keep these stories just to myself — that it was selfish, almost a sin. They were fabulous, and I believed they could bring a smile to more than one person, so I began writing them down. However, years later, writing became something private. My stories were known only to family and close friends. When my teachers realized I wasn’t paying attention in class because I was writing, I felt ashamed, and more than one of them read my stories in a condescending act. I gave up. It took me decades to resolve that.

But solving problems was not always for everyone, and it was only when Al Juarismi shared his contributions with us that we knew we could do so. He, a Persian who approached problem-solving like a sport, began systematizing his methods, offering his work The Compendious Book on Calculation by Completion and Balancing. In his work, he teaches the importance of assigning values. My intention here is not to delve into his subject matter, but rather to reflect on how little importance is given to this concept outside the field of mathematics. Today, for me, assigning values is both an art and a necessity when striving for a peaceful life.

Al Juarismi was a visionary man with a magnificent concept — without which life today would not be what it is. We owe him what was, for him, the future, and what we now stand on, thanks to his systematization and later teachings. And although the field of algebra recognizes him as such, today I intend to extrapolate that concept and bring it into everyday life to explain the phenomenon I experienced.

I have wanted to ‘solve’ my life many times — my finances, my emotions. I have wanted to understand why I did this or that or why I was never able to do something else; but I had assigned the wrong values to each digit of my equation, which is why my results were far from correct. And it wasn’t until I surrendered to that sensory accumulation that I became free.

I have these fresh memories thanks to a patient woman who gave me her time and introduced me to the traditional cuisine of Michoacán. She is the one who has returned this treasure to its rightful owner, but it is my duty to share some resulting thoughts with you.

We assign inaccurate, inadequate, or nonexistent values to parts of our lives, and once these parts are wrongly valued, we drift away from who we are. We distance ourselves from ourselves, and the silent bitterness of pseudo-success appears in our lives without us being able to resolve it.

What would have become of me if I had not been that child immersed in stories, who, even back then, understood that their value was greater than the rest of the things happening around me? My fascination was so intense that I gave little importance to the troubles unfolding in the nucleus of my young life.

Today, I have assigned new values to every part of my life. Real values that work and help me, in turn, to solve, to clarify, to let the arithmetic of my life flow in the direction I had always longed for. Passion, for me, is an unalterable engine, a catalyst for the rest of life’s components. Now, it has its place. I have understood it as the essence of who I am, and sharing that keeps me alive.

Sometimes, we give something or someone too much or too little importance. This distorts our vision of the past, present, or future, making it impossible to resolve. But it is possible to reassign the correct values; and once that is done, to organize, prioritize, and finally solve.

Surely, you would love to reassign values. There is a beautiful clarity waiting.

Sara Batalla nació en la ciudad de México en 1989, y sus primeras historias surgieron del insomnio que padecía. Después de estar cerca de la muerte y posteriormente ganar un concurso de novela, decide que quería dedicarse a escribir y vivir de ello.

Sara Batalla was born in Mexico City in 1989, and her first stories arose from the insomnia she suffered. After coming close to death and subsequently winning a novel contest, she decided that she wanted to dedicate herself to writing and make a living from it.

Este artículo es presentado por El Vuelo Informativo, una asociación entre Alcon Media, LLC y Tumbleweird, SPC.

This article is brought to you by El Vuelo Informativo, a partnership between Alcon Media, LLC and Tumbleweird, SPC.